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que luego aparece eN el fondo ae todas las cuestiones, verificando de continuo la verdad del proverbio, «que rinde no hay harina todo es mohína.» Fuera España «na nación adelantada eh industrias y artes, y cruzada ai caminos y canales para el cambio y exportación de sus productos, y la atención que muchos prestan á la política, se tomaría á los negocios, tratos y contratos.

Pues esta cuestión cuya gravedad ha ido aumentando en los últimos años en progresión geométrica; esta cuestión vital, ubicua y amenazadora no podía dejar de traer la atención de un observador tan penetrante como nuestro satírico poeta, quien, separándose de la forma ya ingeniosamente explotada de las Revistas, y dando más fuerte empuje á los vuelos de su fantasía originalísima y creadora, supo darnos el modelo de formas clásicas de artificiosa intención, en dos de sus producciones más notables, asi por el corte y asimilación natural, fácil y espontánea de actos y situaciones comunes y vulgares en la vida de los hombres á un intento superior y trascendental cual es la mira política; como por la gravedad y peso del fondo que no era nada menos que las cuestiones más serias, los males más sensibles, los escollos más peligrosos en que se halla á punto de zozobrar la nave del Estado.

Nos referimos á sus dos preciosas sátiras sin modelo antes ni imitación posible después, que llevan por título La dote de Patricia, y Enfermedades secretos.

Si uno de los graneles méritos de los escritores es la invención, y esta es una verdad incontrovertible, estas dos producciones están acreditando el grado de excelencia en este punto dificilísimo alcanzado por Gutiérrez de Alba. No puede darse invención más oriinal y más feliz, que el de simbolizar la pobreza de España y el mal manejo de los diversos administradores de sús bienes en la averiguación, inventario y liquidación del haber ó dote de una señora llamada Patricia, (la patria) hecho en una casa de vecindad en donde viven por vecinos todos los partidos militantes, designados por alusiones indirectas, tan sutiles, y sin embargo tan expresivas, que pudieran ser tenidas por lo que en lenguaje vulgar llamamos indirectas del padre Cobos. Imposible es, á pesar de esto, que el poder más intransigente y malicioso logre fundar una acusación contra los terribles cargos que en ella se hacen, sujetándose á la interpretación genuina y recta de la letra. Un extranjero no familiarizado con nuestra historia política, bien puede leer y releer La dote de Patricia, sin dar en la clave de su doble sentido. Verá un cuadro chistoso y caricaturesco de nuestras costumbres, de nuestra curia, de nuestra moralidad; pero no sospechará que cada personaje de la vecindad es retrato vivo y exacto de un personaje político y que cada palabra envuelve una alusión á nuestra moderna historia.

Por un lado es La dote de Patricia un cuadro goyesco, una pintura social; por otro es un cuadro arístofanesco, pintura política hecha con una verdad, con una espontaneidad, con una facilidad que desespera, y en donde no hay escena que no sea un espejo, ni período que no envuelva una sátira, ni estrofa.que no cobije una censura, ni verso que no sea un dardo, ni palabra que no lleve su intención sutil y no menos que sutil oportuna y transparente.

No menos natural y fácil, oportuna y congruente nos parece la originalísima invención de figurar el desesperado estado de nuestros males sociales y políticos, y, sobre todo, de sus ocultas y vergonzosas causas, en el cuadro de un doctor, de estos que modernamente tienen el monopolio de las columnas de los diarios y los muros de los edificios públicos, para pregonar su ciencia en la curación de Enfermedades secretas. El sólo título es un epigrama sangriento, una verdadera expresión sintética de la naturaleza de las causas de tristes fenómenos que se han venido observando en nuestra España. No vacilamos en decir, que estás dos producciones, en su originalidad, en su ejecución, en su trascendencia de miras, en la delicadeza de sus toques, y en la habilidad de ingenio, no tienen rivales en la historia de ninguna de las literaturas modernas, y desafiamos al que nos muestre una composición alegórica más artificiosa y más sencilla, más intencionada y al parecer más inocente.

La fecundidad de trazas de este autor ingeniosísimo desafiaba todo género de obstáculos y trabas del poder meticuloso y sombrío que á fuerza dé inquisiciones, espionajes y demasías dominó en España en las vísperas de su revolución gloriosa. Todos recuerdan el estado á eme habia llegado la prensa en el año 1868, y /el crecimiento de la suspicacia de la previa censura, acostumbrada á ver un gigante en cada enano, y ejércitos en manadas de carneros. Afrontando todos estos peligros, escribió, sin embargo, nuestro incansable autor Las aleluyas vivientes, revista diorámica en que su mfen,10 presentaba, no sólo la situación cómico-ridícuia de la España, sino de la Europa entera, entrando en su cuadro los proyectos de Napoleón, los de Bismark, la solución de la aventura de Méjico, la tentativa ae los garibaldinos para apoderarse de la ciudad «terna, la pintura ó expresión profética de lo que hoy esia pasando en el campo de nuestra política, donde se «a derribado una pared y no se sabe, cómo tapar el hueco, por más que arquitectos sin número ofrecen guijas, ripio y puntales de varia índole; sin olvidar las locuras de segundo orden con que la moda y el gusto estragado de los escritores traspirenaicos imponían su autoridad al mundo de los necios.

No se representó esta producción en los teatros de España, que después de encallar en los bancos de la censura, de haber sufrido el examen de un jurado especial, compuesto, según indica el autor en la portada, de tres empleados borbónicos, quedó relegada al gabinete del curioso. Pero esta fue la causa de que. hoy poseamos una nueva joya debida á su ingenio en la pieza intitulada Los farsantes, en donde de mano maestra se hace, como podrá verlo el lector en la colección de estas obras, la sátira, ó mejor dicho, la burla más atinanada, mas oportuna y graciosa que jamás se hizo de esa institución inventada por el emperador Carlos V, figurando que para distraer las melancolías del vencido hidalgo manchego, viene á Argamasilla la compañía del representante Ángulo y que el alcalde y el bachiller Sansón Carrasco, y el ama y el cura se constituyen en aduaneros del género cómico cervantino repertorio del dicho representante. Esta breve exposición de las ridiculeces de un espíritu asombradizo, es de aquellas que pasarán á la posteridad porque ataca un vicio que siempre se manifestará en la misma forma y qué no tiene otro remedio que el ridículo oportuna y magistralmente aplicado por nuestro contra-censor.

Por último, cierra su afortunada y gloriosa campaña contra nuestras desventuras políticas, el cuadro jocoso escrito sobre un asunto muy serio, intitulado: ¿Quién será el Rey? ó, Los Pretendientes. La ocasión no podía ser mas tentadora. Nolens volens, la hispana gente se halló de la noche á la mañana metida de hoz y coz en una de las mayores aventuras ó desventuras que pueden suceder á una nación, y semejando á la mosca, que después que le cortan la cabeza, anda dando vueltas para buscarla. En esta coyuntura tan ocasionada á la sátira, porque va en ella envuelta la necesidad con el orgullo, la tradición con el progreso, lo que fuimos y lo que somos, la fuerza de los hechos y la de tendencias y caracteres, venia como de molde la pintura de la situación de la madre patria y de sus hijos, examinando la hoja de servicios de los candidatos al trono vacuo desde el 29 de setiembre. Preciso es confesar, que si la solución que el autor no olvida proponer, la rechaza el pueblo español, por lo menos, no se dirá que carece del fondo de patriotismo. Bajo su punto de vista liberal y nacional, no cabia otra alguna.

Tal es la campaña hecha por nuestro infatigable y fecundo poeta en el difícil, espinoso y no esplorado terreno de la materia política como fondo de producciones destinadas á la representación en el teatro, en épocas premiosas, en, tiempos dé escasa expansión y en que era preciso valerse de las travesuras y trazas artificiosas, del empleo de la alegoría, del uso de los símbolos para hablar al entendimiento de los espectadores. La colección de obras de Gutiérrez de Alba, brillan solas y señoras en los fastos de nuestro teatro. Si llegó al punto de la perfección, díganlo los aplausos del público, que en cuanto á si ha contribuido en la esfera del arte al desenlace de situaciones tristes é infaustas para el noble pueblo hispano, basta decir, que es mucho que los ciudadanos de un pueblo libre comiencen por reir de sus miserias, porque al menos han salido ya de su indiferentismo é indolencia, y de reir á tomarlo en serio, no hay mas que un paso. Este paso le dio la nación española, y cabe á nuestro poeta el orgullo de haber contribuido á su realización.

Nicolás Díaz Benjumea.

REVISTA DE MÚSICA.

Desde nuestra última revista, el teatro nacional de la Opera, ha cerrado sus puertas.

La música, como todas las bellas artes, no ha podido menos de resentirse de los acontecimientos que trabajan en la actualidad la península. Asi es que son en estremo escasas las noticias y novedades líricas, que ha ofrecido á los aficionados la antigua villa del oso y el madroño.

Sin embargo, entre las principales que podemos presentar á nuestros lectores por su gran importancia y significación, merece especial recuerdo la que los artistas y corporaciones del teatro de la Opera, han dedicado á la memoria del inmortal cisne de Pésaro.

Compúsose está solemnidad de algunos actos de Il Barbiere di Siviglia, los mejores versículos del Stabat Mater, y las sinfonías del Guglielmo Tell y la Gazza Ladra.

Asegúrase por algunos como un artículo de fe, que la música esta sujeta, como tantas otras cosas de este mundo sublunar, á los caprichos de la moda, del mismo modo que si ésta fuera un trage ó un adorno de mujer, y que este arte divino; el más dulce y puro por su ciencia inmaterial, sufre con el tiempo, las pasajeras trasformaciones que el gusto las costumbres y las influencias variables del clima.

Los que tal cosa defienden, se engañan, tomando como siempre el cuerpo por el alma, la materia por el espíritu, la envoltura, por su esencia, el instrumenta, por el sonido.

Lo único. que camina, en la música es su vestidura: ¿pero cómo ha de cambiar su alma si ésta es inmaterial? ¿Cómo se quiere qué mude su esencia, es decir, la melodía, que no puede hacer ninguna concesión, por pequeña que ésta sea, á las caprichosas exigencias de la moda?

Desengañémonos, la melodía no puede morir ni trasformarse; es inmortal como su inspiración divina y su inviolable virginidad.

Sin la melodía, dice un modernísimo escritor, la música sería el mas intolerable de los tumultos humanos.

La ciencia de los acordes perfectos, es la ciencia del ruido organizado: una orquesta que se limitase á reproducir correctamente la lengua de la armonía podría compararse á un abogado, buen gramático, que aturde á su auditorio, habla sin decir nada y pierde el pleito.

Esta es precisamente la música que sufre variaciones, y merece sufrirlas.

El ruido habla una multitud de dialectos cuando se trata de dar una titilación voluptuosa á oídos de bronce. Gedeon inventa una orquesta de trescientos cántaros; el Orfeo chino exhibe el charivari de los gonds; un coronel sordo emplea la charanga en los regimientos.

La moda ha escogido en todos los pueblos y en todas las edades, porque siempre ha habido músicos, la forma de ser artística, pero los melodistas han sido siempre la cosa rara, pues sólo pertenecen á determinadas épocas.

Bajo el imperio de la melodía encarnada en el nombre deRossini, la música italiana atravesará triunfante los siglos, con tal que quede á los hombres un resto de sentimiento, alguna partícula de su alma que haya permanecido ilesa entre las cotizaciones de la Bolsa por un lado, y por otro, el realismo de nuestros filósofos.

A mayor abundamiento, Rossini es la personificación viviente de la edad de oro del arte italiano.

En sus obras se encuentra amontonado cuanto grande y sublime han producido Mayr, Paer, Paisiello, Generaly, Pilotli, Tesei, Tadolini y Morlachi, sus contemporáneos, herederos directos de los Pergolese y Cimarosa.

El gran maestro ha dado á los hombres en sus obras inmortales, todo el tesoro completo que ha recibido del cielo.

Su trabajo inmenso abraza el mundo y responde á todas las necesidades del alma mas esquisita, á todas las exigencias del espíritu y del corazón, abordándolo con igual facilidad y gracia, triunfando siempre de las dificultades con la distinción que trasforma los mas fugaces pensamientos en obras maestras.

En sus composiciones se hallan esparcidos, como las estrellas en el firmamento, los amores, las alegrías, los dolores, los placeres, las lamentaciones, los triunfos, las gracias, los horrores, los rayos de luz, las tinieblas de la tierra, y sus cantos de gloria murmuran la última palabra á las generaciones del porvenir.

II Barbiere di Siviglia, quedará como un monumento para nuestros descencientes de cuanto en estilo buffo ha producido de mas renombrado nuestro siglo.

¡Cuan lejos estamos á estas horas en música de semejante modelo!

Italia misma, esa hija querida del sol y del mar, cuyas noches son dias hermosos, y en cuyas riberas afortunadas el artista puede entregarse á todos los caprichos de su fantasía, parece hoy olvidarse de su ídolo, del que un dia pudo cantar en su entusiasmo:

Postrosi il mondo un'altra voltra. Ed ella taque, sorrise ed aspettó.

En Il Barbiere todo es delicioso, lo mismo la vivacidad y el apropósito de la música con el asunto, como la elasticidad, abundancia y gallardía del estilo con la fluidez y frescura de las ideas. La alegría que brilla en toda la obra, es como la de la luz, y se comunica con la misma rapidez.

Sin embargo, entre las tres obras mas grandes que sé cuentan en este género, la diferencia es muy sensible y digna de aprecio, como las épocas que las han engendrado.

En El Casamiento de Fígaro, de Mozart, la alegría ó por mejor decir, la risa que brilla en los labios de éste, es una risa que nos conmueve sin saber por qué, como el suspiro de un alma acongojada que llorase un bien perdido.

En El Matrimonio secreto, de Cimarosa, es la espresion de un carácter feliz que goza de la vida moderadamente, pero que no tiene esa gracia perfecta ni hace asomar las lágrimas á los ojos como la anterior, mientras que en la partitura del pesarese, está llena de malicia y causticidad.

Son tres gritos sublimes que pintan de un modo admirable tres épocas distintas, repetimos, en la historia del arte: el grito de un alma que desea, el de la que goza con discreción de lo que posee sin cuidarse para nada del mañana, y finalmente, el de la que ha derrochado algo de su caudal, y de buena fe, eso sí, se mofa algún tanto de sus crédulos contemporáneos; es decir,