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triunfo de los sanos principios de economía, moralidad y reformas en la administración pública de que tanta necesidad tenemos, y todo conspira á hacernos creer, que acaso sea este el último período de convulsiones y commociones profundas que atraviese la desdichada España, sedienta de paz y digna de mejor suerte.

Por lo demás, bien puede asegurarse que nunca dió ejemplo de, mayor animación y vida política. Las reuniones públicas se suceden unas á otras, rivalizan do todas en entusiasmo. Los ateneos y academias abren sus puertas á la enseñanza é ilustración de todas las clases. Los periódicos se multiplican con rapidez asombrosa, escediendo en número á toda ponderación y á lo que era de esperar de nuestra afición la lectura é intervención en los negocios públicos; y finalmente, las prensas no descansan, lanzando a cada hora á la escitada curiosidad de los españoles infinidad de obras políticas, ya en el estilo sereno y en la forma permanente del libro, ya en el apasionado del folleto, ya en el violento y declamatorio de la hoja volante, ya por último, en el picante y chistoso del periodismo callejero. Esperamos, pues, que de este caos resulte el orden, y de esta efervescencia el reposado y tranquilo movimiento generador del bienestar de las naciones.

Nicolás Díaz Benjumea.



LIBROS Y PERIODICOS.

Los fines y principios de año son época notable en los anales tipográficos, y no será inoportuno echar una ojeada sobre el movimiento de las prensas en este periodo, ya que no en todas las naciones civilizadas, por lo menos en Francia, de cuya actividad acostumbramos á sacar algún provecho; en Inglaterra, que sin duda es, entre nuestras vecinas, la que mas empresas acomete en punto á difusión de conocimientos útiles, y en nuestra propia patria, que hoy, con las libertades proclamadas, da señales inequívocas de animación y vida.

Entre los libros notables últimamente publicados en Francia, mencionaremos el de I. Girodeau, colección de cartas escritas á un periódico de París con el título de Nuestras costumbres politicas.

Bien triste es por cierto el estado de dichas costumbres, y aunque el autor cree que Napoleón va conduciendo á la Francia á gobernarse por si misma, no está hoy en mejores condiciones para conseguirlo que ahora treinta años.

El autor pretende mostrar que si el gobierno constitucional ha naufragado tan á menudo, no es por culpa del piloto sino de la tripulación; y de aquí la necesidad de que el pueblo tenga un buen aprendizaje, calcado en estas dos bases: verdadero interés en los negocios públicos, y respeto á las leyes. Parece esta obra una de las muchas inspiradas en los gabinetes de las Tullerías, y publicadas como de cosecha particular de un autor independiente.

César y sus contemporáneos, de S. Belorme, es un resúmen de una época de la historia romana, no hecho con el objeto de mostrar que hay semejanzas entre el César y Roma, y el Emperador y la Francia: Dios nos libre de tal pensamiento; pero tanto hablar del César entre los franceses, se hace ya algo sospechoso. Nuestros lectores pueden recordar los siguientes títulos: Tácito y su siglo, de Dubois-Guchan: La era de los Césares, de Romieu: Tiberio y la herencia de Augusto, de Beulé: La Historia Romana en Roma, de Ampere, y sobre todo La vida de Julio César, de Luis Napoleón, que parece no tener otro propósito que demostrar como hallándose la Francia en el siglo XIX en la misma situación que, Roma bajo el imperio de César, debe ser gobernada de igual manera.

El conde d'Alton-Shee, antiguo Par de Francia, ha publicado sus Memorias, que tienen algún interés por las noticias que dá respecto á hombres notables como Guizot y Berryer, y por contener la historia completa del período que se estiende desde 1826 á 1839, en que cayo el conde de Molé. Este libro ofrece también el carácter de auto-biografía, y como suele acontecer entre los franceses, contiene detalles que no habia necesidad de referir, por el poco provecho que de ellos saca la moral.

La Libertad de pensar, de Víctor Guichard, admite gustoso todas las religiones, cultos credos y opiniones, con tal que no usen de otros medios que la persuasión para la propaganda. Un libro precioso de M. P. Lacombe, con el título de Mis derechos, tiene por objeto ilustrar á los obreros y rústicos, sobre administración, leyes y política. La moral para todos, de A. Franck, pica mas alto que el anterior, y enseñando la ética condena la doctrina utilitaria. Esplica el autor la naturaleza de los deberes del hombre con respecto á sí mismo y á sus semejantes, y concluye afirmando que las leyes de la ética, traen su sanción de aquellas verdades religiosas elementales que, hasta ciertos límites, se encuentran en todas las sociedades existentes.

Interesante, es también para ciertas clases la obra de F. Ducuing intitulada La Guerra de las Montañas, en la que se pintan los grandes esfuerzos y particulares incidentes de las operaciones de Zumalacárregui, en 1834-35.

En otro capítulo importante habla el autor del sistema de colonización de Francia, que tan pobres resultados ha ofrecido en todas partes, dé lo que puede colegirse que esta nación no es á propósito para tales empresas. En efecto, Francia ha introducido en todos los puntos del globo los principios de La civilización; pero en ninguno se ven las huellas de su poder. Según el autor, depende ésto, de que los franceses son muy desinteresados en sus miras de llevar por do quiera la antorcha del progreso; lo cual se ajusta bien con aquella declaración de su actual emperador, á todas luces quijotes ca, en el buen sentido de la palabra, de que la Francia toma siempre las armas y combate por una idea.

El incansable L. Giquier, ha ofrecido en las pasadas Navidades, uno de esos volúmenes recreativos que salen de sus manos con frecuencia, con el título de Cuadros de la naturaleza. El novísimo se intitula: Los mamiferos, y tiene bellas ilustraciones.

Otra publicación de esta especie ha salido de las infatigables prensas de Hachette y compañía, que trata de las Maravillas del fondo del Mar. Y ¿cómo podemos llegará verlas? Tomad, dice, mi aparato de bucear, que consiste en un vestido, mitad cuero y mitad lana, un cajoncito á la espalda lleno de aire comprimido, y con un antifaz ó careta de cristal que protege el rostro, el curioso investigador está en disposición de aventurarse á bajar hasta la profundidad de 180 pies, y sufrir nada menos que el enorme peso de siete atmósferas. Sin bajar mas en el abismo inexplorado, encontrará hartas maravillas de formas de vida animal y vegetal con que excitar la atención de los sabios.

Con el mismo título de Maravillas, ha escrito Guillermo Depping las propias de la fuerza y de la maña, refiriendo anécdotas curiosas de héroes y atletas antiguos. Es libro de mucho recreo.

En punto á viajes, un traductor ha ofrecido en compendio los de Tomás Baines y los capitanes Speke y Grant, intitulados: Viaje por el Sudoeste del Africa, y Los orígenes del Silo.

Las Memorias del destierro, de Mad. Quinet, y Milton, su vida y sus obras, de Edmundo de Guerle, son obras que han llamado la atención en lo general; mien4ras que en ciertos círculos se lee con avidez la descripción de la campaña de 1813, contenida en el volúmen 21.° de la Correspondencia de Napoleón I. Finalmente, al doctor Montucci se debe una obra, en que condena como tiránicas las asociaciones inglesas llamadas Trade Unions, que no deja de tener importancia, después de las grandes polémicas que hubo en Inglaterra á consecuencia del strike de los sastres y zapateros, en que hubo grandes excesos y violencias por parte de las juntas directivas y socios de estas corporaciones protectoras de los industriales contra los amos y empresarios. Otro dia continuaremos hablando de Inglaterra.

X. X. X.



REVOLUCION MORAL.

Brillante y magnífica es la civilización de nuestro siglo, viejo acicalado, compuesto y engreído, que al cumplir sus 68 diciembres, pasea el mundo haciendo alarde de sus pasmosas conquistas, con que ha enriquecido al arte y la ciencia, y ostentando en su pecho espléndida medalla obtenida en esos soberbios templos de la paz, llamados esposicionks, honra de nuestra edad, y ejemplo para nuestros hijos.

Pero toda medalla tiene su reverso; y el siglo XIX, viejo marrullero, cuida mucho de ocultar el de. la suya, que es bien triste. Procura distraer la atención, desvaneciéndola con la embriaguez orgullosa de sus victorias y conquistas. A veces lo consigue; pero bien pronto á la ilusión óptica sucede, desconsoladora realidad. En efecto; el reverso de la rica medalla de nuestra civilización es, ni mas ni menos, el atraso inexplicable en que permanece la educación de la mujer, atraso que necesariamente se refleja en el de la sociedad entera.

Vuestra educación, amigas mias, es muy superficial. No se tienen en cuenta las cualidades características de vuestro sexo; y el hombre cree haberlo hecho todo, al proveer á ciertas necesidades y exigencias de la moda, con haceros accesibles las superfluidades de esos ramos de adorno, como la música, el dibujo, la poesía, algún idioma, y á lo mas un poco de historia. Se olvida vuestra educación, porque se prescinde de vuestra dignidad, y casi puede asegurarse, que se des conoce vuestra vocación.

Necesariamente ha de resultar una monstruosa con tradición entre, lo que sois y lo que debiérais ser. El hombre, que no os ha instruido, que no se ha cuidado de utilizar las ventajosas dotes de vuestra alma delicada, os exige, no obstante, inmensos sacrificios de amor y abnegación; y vosotras los consumáis. No ha fortalecido las debilidades inherentes á vuestro sexo, pero se cree autorizado para convertirlas en objeto de su burla; y si esas debilidades llegan á ser faltas, él es el juez inexorable que os condena á oprobio sin apelación.

¿Semejante proceder es injusticia, ó acaso ironía? No; mas bien es egoísmo; pero lleva su merecido. Se exige que una mujer sea religiosa; nada mas razonable. Pero ¿qué es y de qué trata la religión? De las cuestiones mas abstractas y metafisicas que abarca la inteligencia humana. Y entonces se nos presenta este, inflexible dilema: O la mujer ha de estudiar con la profundidad que se requiere esas cuestiones, en cuyo caso llega á ser ridiculamente calificada de marisabidilla, y todo el mundo huye de su empalagosa sabiduría: ó carece de esas nociones, y por consiguiente ni sabrá defenderse del mal, porque no sabe discernirlo del bien, ni podrá escoger con acierto entre lo verdadero y lo falso. Resulta que, sabia es objeto de burla; ignorante está incapacitada de llenar su santa misión. Escepcion hecha de un reducido número de entre vosotras, simpáticas lectoras, á quienes las dulzuras y comodidades de la vida pueden proporcionar cultura ¿no es verdad que la mayoría, la gran mayoría de nuestras mujeres gimen bajo el peso abrumador de una muy grande ignorancia?

Y el hombre, injusto por demás, amparado de la superioridad del sexo y de la ciencia que su egoísmo monopoliza, os hace objeto de sus sangrientos epigramas, y hasta se complace en ridiculizaros. Constantemente vemos citas de textos sagrados y dichos de los Padres de la Iglesia, á propósito de cualquiera cuestión, en que se os escarnece y deprime. Abundan las poesías dedicadas á sacar á plaza defectos y debilidades femeniles. Poetas dramáticos contemporáneos nuestros os han maltratado en la escena. Hasta en la prensa política es indispensable que procaz gacetillero refiera insultos chistes y anécdotas picantes en que la mujer ha de ser obligada víctima.

Para el cumplimiento de los altos deberes de madre, como de esposa, se requieren muchas circunstancias: vosotras las llenáis siempre cumplidamente; y lo que os falta de instrucción lo suple con creces el caudal inagotable de amor, de ternura y abnegación con que santificáis el hogar. ¡Cuánto mas fácil seria vuestra tarea, fortificada por una educación mas amplia y sólida de la que os concede el hombre!

Se os acusa de superficialidad, de inclinación á los placeres del lujo y los adornos; pero ¿se hace algo por desarrollar seriamente la riqueza intelectual y moral que atesoráis?

La mujer casada ha de carecer de voluntad, de inteligencia, de aptitud para el trabajo y los negocios; pero muere el marido, y declarada jefe de la familia ha de adquirir repentinamente todas esas cualidades, para dirigir con acierto la casa, esa misma mujer momentos antes incapacitada.

Se realiza un matrimonio; y aun cuando sea bajo los auspicios de identidad de posición material, de edad, de inclinaciones y de afectos, es frecuente que no se establezca la verdadera confidencia, la corriente, de simpatías que debieran hacer dulce y grato aquel lazo indisoluble. La causa de este fenómeno tan general está en la superior educación del hombre, á la que el talento de la esposa necesita hacer esfuerzos superiores para hallar compensación con raudales de ternura que logren estrechar la intimidad conyugal.

Sin intento de ocuparnos del cúmulo de sofismas con que la moda, entre gentes de tono, defiende las ventajas del celibato, porque dificil seria encontrar razones sólidas que rebatir; basta atenerse á lo común que es, en todas las clases sociales, oir á personas juiciosas anatematizar los inconvenientes del matrimonio. Todo ello no es sino puro egoísmo de parte del hombre, que lamenta una libertad perdida y de la que verdaderamente no sabría qué hacerse. Por supuesto, que desde que existen casinos y cafés, menos fundamento tienen esas quejas del hombre. En buen hora que durante el dia éste se entregue á cuidar de sus negocios, al desempeño de sus funciones si egerce un cargo público, á la vida social y á las relaciones indispensables en el trato de gentes: pero ¿no es verdad que la noche, ó una parte de ella, debe el padre de familia consagrarla á los placeres del hogar con su esposa y con sus hijos? Por desgracia hay pocos mandos dóciles á esos sencillos encantos; que los -mas buscan solaz en la agitación de esos centros sociales de donde se excluye á la mujer.

En nuestros dias el hombre consagra el dia al trabajo, y la noche á los placeres superficiales que le brindan esos brillantes sibaríticos establecimientos, alejándoles de. sus mas puros afectos. La mujer, sin embargo, se encuentra vengada por esa misma sociedad; y de ello tenemos un ejemplo elocuente á la vista. Hoy se agita entre los partidos políticos la cuestión magna acerca del grado de cultura de los pueblos para que sabia y prudentemente disfruten del cúmulo de libertades que les ha conquistado la revolución de setiembre. Las opiniones no pueden estar más divididas; cada parcialidad ostenta y defiende la suya; pero más elocuente que todas es la verdad que, á través de la agitación política, logra hacerse paso y demostrar con la poderosa lógica de la ciencia estadística el estado de nuestra ilustración.

¡Cuán terribles cargos pudieran dirigirse á una sociedad que ha gastado inmensos tesoros en multitud de objetos de interés problemático, mientras que tan li-