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hay que ponderar, que si Europa puede gobernarse tranquilamente por espacio siquiera de cuatro años, que habremos puesto cadena y candado á las puertas del templo de Jano, y disfrutaremos de calma chicha por luengos y dilatados años. Con esta declaración, que mitre paréntesis, la hemos oido ya a muchos, sin pertenecer á la cancillería de Viena, podréis, ¡oh pueblos! confiar en que no habrá pelamesas en el Rhin, en que Francia hará la vista gorda sobre el engrandecimiento de la Prusia, y en que el emperador no piensa en dar funciones de pólvora para distraer el ánimo de su pueblo, de suyo versátil y cosquilloso; pero el daño está en que si la lengua, como dice Talleyrand, se ha dado al hombre para ocultar sus pensamientos, bien puede ser que estemos en vísperas de batallas. La fortuna es que la cuestión de paz ó guerra quedará en Francia en manos de la Asamblea legislativa, y que rusia, el Austria y la Rusia, no tienen dinero para costear esa clase de espectáculos.

Las noticias de los Estados-Unidos nos anuncian el largo viaje de Mr. Seward á Alaska, provincia de la América rusa, adquirida por la Union recientemente, y las grandes ovaciones de que ha sido objeto , en especial en San Francisco. En el siglo XVI decíamos los españoles que no se ponía el sol en los dominios de España. Esta frase se la aplicaron luego los ingleses á su imperio en la India, y ahora cuadra mejor á los norte-americanos, porque la verdad es que al pasar por Sitka, en los nuevos dominios, verá que en aquella latitud el sol no se pone en el verano, al paso que permanece puesto, ó mejor dicho, traspuesto, en el invierno, por espacio de seis semanas.

Mucho dice en favor de la integridad de principios de los yankees la decisión que leemos había dado el gobierno de Washington á una consulta del administrador de aduanas de Nueva-Orleans respecto á la legalidad del comercio de coolíes ó chinos. Mr. Boutwell declara que este comercio es contrabando en cuanto que se opone á la letra y espíritu del tratado concluido con la China y que espera la firma del hijo del sol. Dice además, que las leyes de 1867, relativas á esta nueva modificación de la esclavitud, están vigentes, y previene á los ministros, cónsules y demás empleados del gobierno, que no consientan este tráfico. Esto se llama ser lógicos.

Entre nosotros, carlismo y carlistas siguen á la órden dia, y nadie es indiferente al curso que muestran tus sucesos políticos, sin duda por el deseo de que las cuestiones pendientes se resuelvan según el criterio revolucionario ó por el temor de que algún accidente o crisis venga á poner en peligro la paz, ó á echar por tierra las esperanzas de regeneración , haciéndonos desandar lo andado. Noticias de apariciones de partidas en varios puntos.de España, de idas y venidas de personajes, y de encuentros en que los partidarios de don Carlos llevan lo peor del torneo, son lo que constituye lo palpitante del periodismo en este momento. Tanto en efecto embargan la atención pública, que el aniversario del fallecimiento del famoso Romea ha pasado casi por alto. Al menos, liase echado de ver la falta de una solemnidad cual, á nuestro parecer, merecía el gran actor que tantos apasionados contaba en esta capital.

Esto no quita que haya sus esparcimientos nocturnos cuando el tiempo lo permite en los frescos jardines del Buen Retiro, y contra viento y granizo en la Zarzuela, donde atrae La vida parisiense; en el teatro de Verane, que continúa su afortunada campaña con la Corte del niño Terso y en el Circo de Príce con el gran espectáculo de Garibaldi en Sicilia. Por último, los aficionados á entretenimientos mas graves, pueden consolarse con la esperanza de que muy pronto volverán á ver en nuestros teatros al eminente trágico señor Salvini, que lucirá sus admirables dotes en un nuevo repertorio, sin perjuicio de repetir las obras que mas gustaron en su primero y breve paso por nuestra escena.

Nicolás Díaz Bemjumea.


LA MUJER Y LA FAMILIA

ANTE LA REVOLUCION.[1]

I

La revolución de setiembre ha sido para España un movimiento impulsivo, un esfuerzo titánico del progreso, que cumple su ley fatal é ineludible, rompiendo toda ligadura y saltando por encima de todo obstáculo que se oponga ciegamente á la marcha de los pueblos hácia el perfeccionamiento de su constitución social y política.

Porque el cambio de existencia política de una nación trasciende naturalmente á la vida social y á la vida de la familia, y esta debe ir preparándose con valor, con previsión y con esa energía incontrastable que prestan los afectos íntimos y el dulce anhelo por el desarrollo de los intereses morales y materiales que le son comunes é igualmente queridos, para la época de grandes crisis, que le anuncian las convulsiones políticas ocasionadas por poderes despóticos que, con ciega resistencia, llevan á cambios bruscos la vida que debe desarrollarse gradual y acompasadamente.

No es mi propósito, en manera alguna, averiguar ni definir aquí las circunstancias que han opuesto su fatal influjo en la esfera política y administrativa á la preparación del pueblo á los cambios y reformas que en su manera de ser se han verificado. A esa preparación se oponía el egoísmo tiránico de arriba, con toda la ostentación y aparatoso alarde de las armas pagadas por ese mismo pueblo. En el medio y abajo no ha cabido más que la resistencia pasiva, aunque harto elocuente, de los elementos morales y poderosos de la opinión, que no perdía ocasiones en que manifestarse, y que sólo aguardaba el escudo de los elementos de fuerza, para estallar y rebelarse abiertamiente, operándose la violenta transición y la crisis gravísima que resulta siempre de las revoluciones armadas, aun con la base firme de la razón y la justicia.

Pero es preciso que convengamos, á pesar nuestro, en que la familia española, que presentía el movimiento, que adivinaba el triunfo legítimo de la revolución, porque siempre triunfan las revoluciones que reciben el primer impulso de la conciencia de los pueblos, no ha visto en su afán más que la victoria, el derrumbamiento del edificio viejo, la desaparición de los fatalísimos obstáculos: no ha visto todas las consecuencias, no ha podido adivinar la crisis, de cuya resolución feliz depende el brillante porvenir de la patria.

En la ciudad como en el campo, la familia española en general se ha dormido sobre los soñados y previstos laureles y, doloroso es decirlo, donde no ha dormido al arrullo de los himnos de la inminente, victoria, ha trabajado, despierta é instigada por el fanatismo y la voz de intereses egoístas, en contra de la regeneración de este pueblo noble, honrado y digno de elevarse al rango á que le obliga su tradicional grandeza.

Cuando el individuo ha sufrido largo tiempo una grave enfermedad física y tras alternativas y crisis favorables y contrarias á su restablecimiento, arriba por fin al periodo, siempre delicado, de la convalecencia, necesita una constitución robusta ó una prudente reserva de las fuerzas que el mal no ha llegado á destruir, y ambas cosas en ocasiones, para evitar la pérdida del terreno recobrado y una recaída que pudiera arrastrarle inevitablemente el sepulcro.

Cuando los pueblos han sufrido largo tiempo el yugo de la tiranía, que es su enfermedad más terrible, y al fin, tras convulsiones violentas y graves vicisitudes, logra sacudir ese yugo y respira el aire puro de la libertad, necesita el vigor de la inteligencia para conocer los naturales enemigos de su constitución libre y evitar la recaída en la esclavitud, que seria la muerte.

II.

Ahora bien, en la primera parte de este estudio hemos visto de qué modo los padres han ejercido su saludable influencia para que la joven fuese preparándose sólidamente ú ser buena esposa y excelente madre de familia.

Hemos visto cómo, por una lógica irresistible, la mujer ilustrada previsoramente y despojada de dañosas preocupaciones, no sólo conserva su corona de reina del hogar doméstico, atendiendo á la economía y órden interior, sino que participando con valor y al lado siempre del hombre, de las constantes y terribles luchas exteriores que éste tiene que sostener, contribuye indirecta, pero enérgica y saludablemente al feliz éxito de las gestiones honradas del padre de sus hijos en las que tantas veces va envuelta la ventura pública.

¿Y puede la mujer, cuya educación tiene tan sólidos cimientos, oponerse á la marcha que inicia el mejor destino del pueblo que la llama concíudadana? ¿Puede ella, que ve á la luz clara de su ilustrada razón, conducir á su familia por senda contraria á la que lleva á la felicidad de la amada patria de sus hijos?

No; el amor á los hijos y el amor á la patria son puramente solidarios, y la madre no puede menos de ver con los ojos de un mismo amor el porvenir que envuelve á un tiempo y de un modo fatal é indisoluble la ventura de dos existencias que lo son igualmente queridas y eternamente sagradas.

Para conocer á los naturales enemigos de la constitucion libre y civilizadora que prepara nuestra santa revolucion, para combatir á esos enemigos, para huir y responder con dignidad á sus bastardas sugestiones, para evitar, en fin, la recaída de la patria convaleciente en la terrible enfermedad de la esclavitud, que la hundiría para siempre en el sepulcro, preciso es ir sacudiendo los hierros mas pesados que nos dejaron tan largos tiempos de tiranía; las cadenas de la ignorancia. Es imprescindible disipar las densas nieblas de errores y preocupaciones que han servido siempre de capa y áun de escudo á todos los poderes despóticos.

La constitución que se elabora es y no puede menos de ser una constitución esencialmente democrática, una constitución que exige el concurso de todos los esfuerzos materiales y morales, y que por eso proclamando noblemente todos los derechos, exige la responsabilidad directa individual.

No podemos retroceder,—decia en uno de mis anteriores artículos,—no debemos renegar de nuestro siglo, que responde á la ley superior é ineludible de su destino santo. Los siglos medios eran estacionarios, pesados como el hierro que cubría á los pueblos, conquistadores por la fuerza de las armas.

Nosotros debemos conquistar por la fuerza de la razón.

En otros tiempos de fanatismo y de opresión intelectual, el hombre podia alejarse del comercio de vida humana, y encerrarse entre los tétricos é impenetrables muros de un convento, guardando egoístamente los frutos de su estudio, y negando al mundo la luz de sus descubrimientos que entonces podían conducir al martirio.

Hoy, tras la luz del dia, debe el niño ver la luz del siglo, debe la madre estar preparada para conducirle por el camino de la abnegación, y el amor á la humanidad, enseñándole que todos nos debemos á todos, porque todos juntos constituimos una misma entidad, corona á aquellos resplandores de un sólo amor santo y fuerte que nos liga; el amor de la patria.

Todos los esfuerzos aislados, reconcentrados y egoístas de la mujer, dañan al espíritu general de la familia, cuyo concurso reclama la revolución para poder llegar á los altos fines proclamados. La mujer que por falsa vocación, por egoísmo, por miedo, por despecho, por heredado y torpe misticismo se encierra entre las paredes de un convento, buscando, como dicen algunas, el camino mas corto de su salvación, quizá encuentra en su reclusión egoísta, peligros que el siglo no le ofrecía, sin ninguna de las ventajas y de las altas glorias que las luchas de la vida proporcionan.

En el aislamiento, el corazón se empequeñece y la inteligencia sufre perturbaciones, y es muy difícil que tras los dulces éxtasis religiosos, las imágenes del mundo abandonado dejen de llegar á enlabiar una lucha, en que siempre hay martirio, y rara vez se saborea el placer de la gloria y del vencimiento.

Aun con toda su grandeza mística, para mí tiene menos valor moral la figura de Santa Teresa buscando con insistencia en su encierro el amor divino, que la figura gigantesca de Santa Mónica luchando y sufriendo con valor en el mundo, por arrancar á su hijo Agustín de los brazos del vicio y de la vida aventurera.

La mujer y la familia deben siempre tener presente que de su seno ha de brotar la semilla buena ó mala, y que para que sea buena, la mujer debe permanecer firme en su puesto, respondiendo siempre á la voz impulsiva de las necesidades de la patria.

(Se continuará..)

Eduardo Bustillo.


HORTICULTURA.

LOS jardines.

(conclusion.)

La mejor forma de un jardín, dice, es un cuadrado ó un oblongo situado en una llanura ó una pendiente: todos tienen sus bellezas, pero las mas apreciables son los de elipse en las pendientes. La hermosura, el aire, la perspectiva hace perdonar los gastos que son muy grandes para levantar las paredes de los terrados, nivelando los parterres y construir las escaleras de piedra que se necesitan para pasar de uno á otro. La forma mas perfecta de un jardin es sin duda la del parque de Hertfordshire, edificado por la condesa de Bedfort, con mucho cuidado, notable invención y no menos gasto; pero ¿cuántas sumas pudieran haberse empleado sin resultado, si hubiese faltado el sentido en proporción al dinero ó no se hubiera seguido la naturaleza, la que debe tomarse como la principal regla en este arte y quizá en todo por serlo de nuestra vida? Como el autor supone, este jardin, el mas hermoso y perfecto, por (o menos en la forma y disposición, que se ha visto nunca, le describiremos como modelo de los que se hallan en su caso y están fuera del alcance de los gastos comunes. Su situación era junto á una altura no muy elevada, donde se hallaba también la casa; su fachada principal con las mejores habitaciones, tanto de uso como de placer, caia al frente del jardin: la sala daba en medio de un terrado que tenia unos 300 pies de largo y de ancho en proporción; alrededor había laureles, y á largas distancias naranjos con flor y fruto. Este paseo tenia tres bajadas por escaleras de piedra á los lados y en el medio á un grande parterre dividido por paredes y adornado por 208 estátuas, colocadas en diferentes lugares. Al fin del paseo del terrado habia dos casas, y á lo largo del parterre, dos grandes galerías con salida al jardin con arcos de piedra, terminando en otras dos casas también con gale-

  1. 1) Estos artículos son como el complemento de los que, con el titulo de La Mujer y la familia ante el espíritu del siglo, aparecieron en los números 32, 33, 34, 35, 36 y 37 de El Museo Universal, correspondiente al año próximo pasado.