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"Cádiz, lanzó á la patria en los terribles y ■azarosos dias de una reacción absolu tista. Pasemos en silencio la sombría his toria de seis años. Levántase el coronel Quiroga , en 1." de enero de 1 820, con los regimientos de España y la Corona , y proclama en San Fernando la Constitución de 1812; Riego la secunda en San Juan de las Ca bezas ; sublévase en Ocaña, á las puertas de la corte, el regimiento imperial de Alejandro, y repítese en breve, cual eco inextinguible , en todos los ámbitos del reino la voz de los audaces insurrectos. Y Fernando VII, el desleal monarca, desleal siempre, con amigos y enemigos, espide á la fuerza el famoso decreto de 7 de marzo de 1820. Tributemos aquí—aunque sea de paso — nuestro homenaje de gratitud y resEeto á los esforzados varones que cnarolaron la enseña de las libertades patrias en medio de las poderosas falanjes del absolutismo, orgulloso entonces más que nunca con las despóticas decisiones de la Santa Alianza. ¡Dignos fueron los hombres de 1820 de la raza de Padilla ! II. En el año segundo de este efímero reinado de la libertad, nació don Angel Fernandez de los Ríos. Madrid fue su patria, en 1821: sus pa dres, don Manuel y doña Gregoria de la Peña Velasco. Ejemplos tuvo que imitar de valor y de nobleza desde sus primeros años: contaríale su madre, entre besos de amor y sonrisas de legítimo orgullo , que aquel á quien era deudor de la vida habia sido individuo del heróico regimiento de vo luntarios que defendió á Cádiz en 1810 y se batió luego con denuedo tanto en lii memorable batalla de Chiclana. Y más aun. Ningún madrileño podrá olvidarse de

EL MUSEO UNIVERSAL.

FERNANDEZ »E LOS RIOS.

PCERTA DEL SOL EN LA NOCHE DEL 7 DE SETIEMBRE.

la sangrienta jornada del 7 de julio de 1822, en que la Guardia Real, especie de falange pretoriana que rodeaba á los últimos Borbones, se atrevió á tremolar de nuevo el pendón absolutista: en ella estuvo, en su puesto de honor, y fue he rido gravemente don Manuel Fernandez de los Ríos : cayó, con un balazo en el cuello, en la plaza de la Constitución, frente á la calle de la Sal , al lado del abanderado — también herido— del se gundo batallón de la Milicia ciudadana. Pero detrás de esta victoriosa jornada, se adivinaban ya las calumniosas notas del congreso de Verona y la respuesta enérgica del gabinete que San Miguel presidia, la intervención francesa y la reacción de 1823, los cadalsos del Empe cinado, de Riego, de Iglesias, de Torrijos... de tantos esclarecidos varones que fueron víctimas de su amor á la libertad de la patria. Persecuciones crueles, peligros sin cuento , zozobras angustiosas fueron las primeras impresiones que recibió el es píritu del niño: tal vez á ellas, y al cons tante ejemplo de santa resignación que le daba su familia, en medio de tantas amarguras, debió Fernandez de los Rio» que en su alma germinase el amor á la libertad, que en su corazón se grabara indeleblemente, como se graban los de beres de la honra en los pechos hidal gos, esa firmeza de creencias que amigos y adversarios le conceden. Diéronle sus padres educación esme rada , y al lado de ellos y de un su lio paterno, de su mismo nombre, —honor, andando los tiempos , de la magistratura española,—siguió la carrera de Derecho y Administración en la Universidad de la córte, recibió el grado de doctor y se de dicó en seguida, por«spacio de dos años y con no escaso (ruto , al ejercicio de la noble profesión de abogado. A partir desde esta época (1843), em pieza verdaderamente fa vida literaria y política de Fernandez de los Ríos.