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paña, no hubiesen podido dirigir dos letras al rector o secretario de este colegio , para aumentar con este do cumento el número de los ya recogidos. (Se continuará.) Nicolás Díaz Benjumea.

IGLESIA DE SANTA MARIA. Entre los templos de Madrid cuyo derribo se ha de cretado, v que están próximos á ver caer su última pie dra ante la piqueta del alarife, se cuentan los de Santa María y Santa Cruz, cuyas istas representan los gra bados que hoy ofrecemos como última memoria de su existencia. La iglesia de Santa Maria, cuya puerta principal ya podemos decir que daba a la plazuela de los Consejos, era sin duda la mas antigua de la villa, y se llamaba la Mayor, asi por su antigüedad como por haber sido, en tiempos, catedral. Su arquitectura era de. poco mérito, y esta circunstancia unida á la de su estado ruinoso, prevalecieron en el acuerdo hecho para su derribo. No pudiendo decir mucho de su estructura ni rique zas, diremos algo de nuevo é interesante, concerniente á la tarea de su derribo , describiendo la escena de que fuimos testigos y que tuvo lugar en el panteón de di cho templo. Dicha escena fue la extracción y traslación de diez y ocho cadáveres que se encontraron depositados en uno mal llamado Panteón, debajo del camarín de la Virgen de la Almudena, patrona de la villa, que se veneraba en su altar mayor. Los de fecha mas reciente se hallaban allí depositados desde hace cosa de dos siglos, y todos eran de individuos de las ilustres familias de Pastrana y del Infantado. En realidad no puede llamarse panteón el lugar en que yacian las diez y ocho Cíijas mortuorias, pues con sistía sólo en una especie de camaranchón. Colocáronse dos grandes cajones en el pavimento del que fue pres biterio, y los alarifes empezaron á estraer los ataúdes y los fueron abriendo uno por uno y trasladando los res tos á los cajones. Como era natural, algunos cuerpos se deshicieron en fragmentos en el camino y perdieron otros parte de sus galas, unas consumidas completa mente, y otras en bastante buen estado de conserva ción, debiendo consignarse sobre este particular algu nos detalles. Se estrajo de una caja un cadáver, que, aunque sólo conservaba la osamenta deteriorada , no sucedía asi respecto de su traje de la época de Felipe IV. Vestia coleto y gregiiescos de terciopelo negro de canutillo, y en el pecho una cruz de seda verde de Alcántara, hotas y espuelas bastante bien conservadas, aunque éstas muy oxidadas y aquellas sumida y perdida su forma pero sin deterioro. De otro ataúd forrado de terciopelo carmesí (solo éste y otro eran de este color, pues los demás lo eran de terciopelo negro), se estrajo una mo mia, la única que tenia la osamenta de la cara, cuello y manos, cubierta de piel; vestida de monja, hábito ne gro . correa idem y velo que le cubría el rostro, negro también, de gasa, en perfecto estado de conservación. Del otro ataúd del mismo color, extrajeron los alarifes y colocaron en el cajón un esqueleto algo amomiado de una joven y soltera, pues llevaba su palma, con un vestido de seda recamado de un adorno muy tupido formando adornos y flores, siendo sorprendente el es tado en que se encontraba la Otilia, ó corsé como aho ra se llama, viéndosele por la espalda los ojetes y la trencilla que lo unía, y hasta se le notaba un alfiler, oxidado ya, que servia para cerrarle aun mas. Otro cadáver vestia hábito de fraile Antonino; áotro se le notaba perfectamente un coleto de piel bordado de hilillo de oro y plata. A uno, bastante consumido, se le extrajo dé los fragmentos de ropa y miseria que te nia sobre el pecho un escapulario con una medallita como de una peseta, conteniendo una miniaturita con cristal y una figurilla de medio cuerpo , hábito negro, báculo y calabaza por lo que podia tomarse por un San Roque. Ultimamente sólo dos ataúdes nos dieron razón del personaje cuyos restos contenían. El uno, en un pergamino que se encontró dentro, decía: Aqui estádejmsitado el excelentísimo señor duque del Infantado. Falleció en 10 de Setiembre de 1623 años. El otro decía en otra hoja de pergamino: Depositada la excelentisima señora duquesa doña Maria Dearo y Guzman, murió á 10 de febrero de 1693. Después de hora y media que duraría esta triste ope ración se colocaron los cajones de pino en un carro de carga pintado de verde con una muía de las que se emplean para el trasporte de materiales que se hallaba en ¡a puerta de la que fue Santa María la Mayor. SANTA CRUZ. Esta iglesia, que desde el tiempo de los árabes tiene derecho de parroquia, llegó á ser después de la con quista una de lasque tenían mas jurisdicción con mo tivo de la infinidad de caserías que se formaron en di rección al templo de Atocha. Dos grandes incendios sufrió esta iglesia ; uno en 1C20 que consumió papeles

y ornamentos, y otro en 1763 que destruyó la cúpula y . en la cabeza una mesita y eu la mano una campanilla i que agita de vez en cuando. Al instante la guardia de cuantos objetos había en la iglesia. Data, pues, el templo que va á desaparecer dentro de palacio corre á las armas, el tambor redobla, la circupocos días, desde-dicho año, en que comenzó á reedi | facion se detiene, las almas piadosas se arrodillan, el ficado el arquitecto don Francisco Esteban, el cual I estranjero se descubre,- el recién llegado se admira, aprovechó los antiguos muros y concluyó la obra en el pregunta , vacila , hasta que una voz del pueblo viene á j advertirle el respeto que se debe á las costumbres. Y espacio de cuatro años. El interior era una cruz latina de cortas dimensio no sin peligro se arriesgaría á tenerlas en poco. nes, y la portada de granito de la fachada principal de t A veces el carruaje, no es el ordinario que sólo lleva muy mal gusto. En la capilla mayor había un suntuoso los últimos auxilios de la religión á los proletarios. El retablo de mármoles, adornado de esculturas, y otras ! rico , aquí como en todas partes , demanda á la iglesia de no escaso mérito se ostentaban dentro del templo el lujo de sus pompas; pues vivo ó muerto reclama como eran San Antonio, un Santo Cristo y una Virgen : igualmente el homenaje ó á lo menos la admiración de de la Piedad, obras de Mena; una Virgen de la Paz, ¡ la muchedumbre. Entonces el sacerdote, asistido de su» diáconos sube de Luis Salvador, y una Concepción de Juan de Villa| á una soberbia carroza de gala, que recuerda los car nueva. Estas imágenes y todos los objetos valiosos pertene ruajes de Luis XIV : una multitud abigarrada lo acom cientes al culto, han sido trasladadas al inmediato tem paña, dividida en dos prolongadas lilas. Cada uno de estos devotos lleva su vela encendida y todos salmodian plo de Santo Tomás. La torre llamada atalaya de la corle, por hallarse en con voz pausada , oraciones , salmos b el oficio de los el lugar mas alto, presentaba á los curiosos, desde un agonizantes. El mejicano conserva todavía una encantadora cos punto céntrico, el mejor panorama de Madrid; pero al mismo tiempo desconsolaba la vista que ofrecía de sus tumbre. A las seis resuena el toque de la oración : to dos se detienen, se descubren , oran y saludan mutua— estériles, desolados y súci is alrededores. lilamente dándose las buenas noches. En el interior de las casas se repite la misma escena, y en los campos los numerosos sirvientes de la hacienda vienen á besar humildes la mano de su amo. MEJICO. En Méjico las casas tienen azoteas y están admira blemente construidas: las paredes son bastante sólidas (COXTIMUCION.) y están regularmente coronadas por una gran cornisa. Pero el retrato del mejicano ha sido ya trazado por En las esquinas suele haber nichos adornados de ara nuestro honorable amigo el doctor Jourdanet en su no bescos en que se espone á la pública devoción la ima table obra las Altitudes de l'Amerique tropicale, com- gen de algún santo ó de la virgen. parées au niveau des mers. La techumbre cargada de una espesa y pesada capa Permítasenos trascribir algunos párrafos. de tierra greda presta á la fábrica un apoyo contra los «El mejicano es de mediana estatura, fisonomía dul terremotos tan frecuentes en las alturas. Por término ce y llena de timidez, pie pequeño, mano perfecta, ojos medio se cuentan dos anualmente. negros, facciones duras, y sin embargo, bajo las largas Durante mi permanencia en Méjico, fui testigo de pestañas y gracias á su afabilidad característica, su es- uno de estos espantosos fenómenos. El terremoto del 12 presion es estreñidamente dulce. Tiene la boca grande, al lo de julio de 1868 fue uno de los mas terribles quepero bajo sus labios siempre dispuestos á sonreír se se hayan visto por allá. Los mejicanos no olvidarán descubren unos dientes blancos y bien ordenados. La fácilmente esle suceso. nariz es regularmente recta , á veces algo aplastada y Lo anuncia, por lo general, un ruido subterráneo, rara vez aguileña. Los cabellos negros cubren una sordo, indescriptible: la oscilación principia primero frente que da lástima de ver tan deprimida. No es, en lentamente y muy luego de una manera precipitada, verdad, un modelo académico, y con todo eso cuando terrible. El miedo sobrecoge á uno, y lo hace asistir ú la suave espresion femenina presenta esa forma ameri un espectáculo de terror, sin darle tiempo ni calma cana que la escuela tacharía acaso de incorrecta, en para analizarlo. No parece sino que un vértigo horro mudecen las exigencias del dibujo y por simpatía se da roso hace danzar á nuestra atemorizada vista los edifi aprobación al nuevo modelo. cios, tronchar los árboles y desplomar las casas. En «El mejicano de las alturas tiene el tranquilo aspecto las calles, la gente arrodillada se retuerce en convul del hombre independiente , su andar es suelto y deci siones de espanto, y el aire se puebla de lúgubres cla dido, sus maneras suaves y su solicitud estremosa. Po mores. Trascurre un minuto, o mejor dicho, un siglo, drá tal vez odiarnos, pero no faltará á los miramientos. y se admira uno de verse vivo, de ver en pie los pala Por mas que haga en contra nuestra , nunca se des cios y los templos resistiendo al espantoso sacudimien miente su urbanidad que eslá por encima de todo re to de esos huracanes subterráneos. Entonces, sin em sentimiento. . , bargo, fueron muchos los estragos, calculándose las Muchos llaman á esto falsedad de carácter : yo los pérdidas en 10.000,000. dejo que lo califiquen á su gusto y me complazco en vivir entre hombres que por la duizura de su sonrisa, la amenidad de su trato v su obstinación en compla Hemos dicho que en Méjico , el centro de la ciudad cerme me agobian con tojas las semejanzas de la amis es europeo, casi francés. En las calles de Plateros, San tad y de la benevolencia. Francisco, La Profesa y Espíritu Santo, etc., se oye El mejicano es aficionado á los goces, pero goza sin lo mismo el francés que el español. cálculo, y preparando su ruina sin inquietud, se so En estos barrios dominan el paleto! , la levita y el mete tranquilo á la desgracia. sombrero de copa. Los jóvenes visten á la última moda. Este deseo de bienestar y esta indiferencia «n los El vapor inglés los tiene al corriente sobre este punto, sufrimientos son dos rasgos del carácter americano ■ trayéndolesn oficias mensuales; asi qué, los saslres ha muy dignos de nota. Estos hombres temen á la muer cen buen agosto. te, pero se resignan fácilmente cuando llega su hora, El mejicano que es de tan fácil acceso en la calle, lo cual es una estraña mezcla de estoicismo y timidez. I sólo es afable hasta la puerta de su casa, en cuyo inte En las clases bajas el menosprecio de la muerte es rior difícilmente deja penetrar al estranjero. La mesa, puntillo de honra y suelen morir como los gladiadores que entre nosotros es el gran medio de sociabilidad, el romanos. Por eso se dan de puñaladas, como nosotros comedor , el sitio en que se hace manifestación de daríamos capirotazos. Después van al hospital y acos buena voluntad, y de las mas vivas simpatías, no exis tumbran decir en medio de sus horribles sufrimientos. te entre los mejicanos. La mesa parece cosa vergonzo ¡Bien tirada estuvo! rindiendo asi antes de espirar el sa, que ocultan en caso necesario, para comer á sólas. debido homenaje á la destreza del adversario.» La mujer, medio desnuda hasta hora muy avanzada En el fondo este elegante retrato no es tan dulce del dia, deja flotar sobre sus hombros una abundante como lo parece. cabellera que cuida de tener siempre muy lustrosa y Como quiera que sea, al considerar el estado de co aseada. sas en Méjico, no puede uno menos de echar una mi En muchas casas, la mejicana, aun siendo rica, se rada sobre la república americana su vecina , cuyo aviene mas bien con su petate ante un plato de frijo gobierno, según un célebre escritor (M. de Toquevilíe) les y con la tortilla en la mano, que no con una mesa no es mas que una dichosa anarquía y que sin embar bien servida. La mejicana es crisálida por la mañana y go, marcha á paso de gigante en las vías mas avanza por la tarde mariposa adornada de alas , colores y mo das del progreso material, sostenida por esta súla fuer vimiento. Entonces, la mujer que hemos mirado sin za : el trabajo. verla en el desorden de su interior, es una dama ele Méjico es mas privilegiado : posee todos los climas, gante, cuyos ricos adornos y deslumbrante lujo nos todas las producciones, todas las riquezas, y sin em cautivan. bargo, perece. No acuso á la organización, sino al indio La hora del paseo se acerca ¿y cómo vivir sin pa que odia el trabajo. sear? Llueva, truene ó ventee, la mejicana sale, en car Lo que sorprende en todas las ciudades americanas ruaje por supuesto , y va á lucir sus galas, á sonreír á es el prodigioso número de iglesias, señal de la Omni su amante , á saludar á sus amigas, ó á mortificar á potencia del clero. Por todas parles se ven frailes gri sus rivales. ses, negros, blancos, azules ; conventos de monjas, es El mejicano de la tarde, no es tampoco el de por la tablecimientos religiosos, capillas milagrosas. A toda mañana. Encontráis en la calle á un dandy del barrio hora del dia se ven abrirse las puertas del Sagrario; un de Gand-y lo volvéis á ver á caballo; ginete notable, sacerdote sale de él con el santo viático en la mano : un montando un animal de gran precio enjaezado lujosa dorado carruaje tirado por dos muías lo espera en la par mente. te de afuera, un, al parecer, lépero, precede llevando Sus piernas van aprisionadas en las calzoneras,