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maestro Juan López, desde donde pasó á Roma al servicio del cardenal Julio Aquaviva. En diferentes folletos inaugurales y panegíricos de esta universidad se lee que estudió aquí; pero no he visto que ninguno estampe la fuente de donde tomó la noticia. Los autores graves nada dicen. El maestro Pedro Chacón, contemporáneo suyo, no hace relación de él en la primera edición de la historia de esta universidad, que publicó en Roma en 1569, y Cervantes era ya conocido en aquella época, y los dos escribieron para las exequias de la reina doña Isabel de Paz, de las cuales se publicó un libro en el mismo año que la historia de Chacón. Don Nicolás Antonio, en su biblioteca, publicada en Roma, año de 1672, dice que Cervantes adquirió sus conocimientos en Sevilla. Lo mismo sienten otros autores del siglo XVII, que de él se ocupan.

Estos informes, por cuya remisión tributamos el mas cumplido agradecimiento, vienen á demostrar que el canónigo González, en vez de las matrículas, lo que rió tal vez, fue una de esas notas , que deben su orígen á esa emulación noble que todas las ciudades tienen, en honrarse con haber acogido en su seno á tan gran ingenio; pero sin mayor ni menor fundamento que la puesta por Nasarre en la partida de bautismo hallada en Consuegra en cuyo margen se lee: Este es el autor de los Quijotes.

¿Cómo conciliar que don Tomás González hallase y viese por via de acaso, lo que no se halla ni ve después de repetidas y minuciosas investigaciones? Esto no tiene mas que una esplicacion: el referido catedrático encontró este apunte y vino á colegir que, pues constaba, debia existir el apuntamiento en las matrículas; y de esto á creer que los habia encontrado y leido, no hay mas que un paso que anda la imaginación muy fácilmente. Un esfuerzo de imaginación por parte de González y un esceso de confianza por parte de Navarrete, es lo único que vemos en definitiva.

Puede asegurarse, por lo tanto, visto que todas las alegaciones hechas en orden á estudios universitarios de Cervantes, han sido al cabo rebatidas y considera das como desprovistas de fundamento; que la única enseñanza que recibió, fue la de Hoyos en el brevísimo tiempo que concurrió á su estudio, y que, hablando con propiedad, su instrucción fue autotéfica. Esta con clusión podrá probar que Cervantes fue pobre, que no túvola suerte de Horacio, Grocio, Tasso, Vitruvio, Gibbon, Kant y otros, ayudados desde la infancia por sus padres; que su inclinación á las letras luchaba Con la necesidad de ocuparse en buscar los medios de vivir; pero prueba en cambio , que los genios se bastan y se sobran á si mismos.

Nicolás Díaz Benjumea.

ALBUM POETICO.
LA BODA MISTERIOSA.

I.

Grandes fiestas se celebran
en el castillo de Azara:
que el conde de Rosamora
con una princesa casa,
de la estirpe Claramonte,
ilustre y noble. prosapia
que dio á Carlomagno triunfos,
a París grandeza y gala,
á sus legiones guerreros,
á su córte hermosas damas,
y Pares de gran valía
á la bien guarnida Francia
Víóla el conde en un torneo
que el rey francés celebraba;
viola el conde y fue su esclavo,
al punto que la mirara.
A tos donceles franceses
lleva el amante la palma,
que amor alienta los pechos
de la gente castellana.
El vencedor tiene el lauro
que labró la bella Anarda,
y al recibir la corona
de las manos de la dama,
le dijo: «hermosa doncella,
espinas son las guirnaldas,
cuando victorias del brazo,
causan derrotas del alma.
Cambiara triunfos de amor
por los triunfos de la espada,
que el que venciere tu pecho,
no há menester mas batalla.
La doncella ha respondido:
agravio le hacéis á España,
si siendo noble y valiente
no tenéis cautiva el alma.
Agravio conde le hacéis,
habiendo hermosuras tantas
en la cristiana Toledo,
y en la morisca Granada.
Libre soy, bella princesa,
por fortuna ó por por desgracia,
el conde la ha respondido
de hinojos puesto á sus plantas;
mas debe ser por fortuna
que rinda la bella Anarda
a quien rendir no pudieran
las hermosas que son gala,
de la cristiana Toledo,
Y la morisca Granada.
Esto dijo, y una voz
gritóle en secreto: guarda
traidor conde, fementido,
que no te escuche Zoráida,
la mora de negros ojos
que encontraste, yendo á caza,
en las riberas del Betis,
por los campos de Tablada.
Si en religión es morisca,
en ser leal es cristiana,
y en ser bella sobrepuja
a las bellezas gallardas
dé la cristiana Toledo,
y la morisca Granada.
Guarda, guarda, falso conde,
que ya diste tu palabra,
y aunque la den sin testigos
los caballeros la guardan.

(Se continuará.)


A UN MENDIGO.


¡Mendigo! tu blasfemia me estremece...
Deja que olvide á Dios el poderoso ;
pero tu labio hambriento y asqueroso
con renovada fe bendiga y reze.
Todo , menos su dios , le pertenece
al opulento sano y poderoso,
y el pobre enfermo, triste y haraposo
de todo, escepto de su Dios, carece.
Dios es al cabo el único enemigo
del vano, del audaz, del sibarita,
y la sóla esperanza, el sólo amigo
del que llora, padece y necesita...
Sin Dios, el universo se anonada...
¡Sin Dios, el rico es Dios, y el pobre nada!

Pedro Antonio de Alarcon.

Granada 1888.


Según el nuevo Directorio Católico Romano publica do bajo la sanción del arzobispo de Westminster, exis ten sólo en Inglaterra y el país de Gales 1 ,489 sacerdo tes católicos: 1,122 iglesias y capillas: 67 monasterios: 214 conventos de monjas, y 18 colegios preparatorios ó sean seminarios ó escuelas. Es curiosa la siguiente breve historia del descubri miento del gas hydrógeno. Hácia el año 1500, Paracelso observó una erupción de aire, durante la solución del hierro en ácido sulfúrico. En 1650 De Mayerne observó que era inflamable. Cavendish, su verdadero descubri dor, en 1766, anunció que era una verdadera sustan cia química, y Lavoisíer le llamó gas hydrógeno como generador de agua.


RUFINA
ó UNA TERRIBLE HISTORIA.

(CONCLUSION).

V.

LA VENGANZA DE LOS CELOS.

Al dia siguiente de esta escena, Rufina había desaparecido, sin ser vista de nadie , abandonando la casa de su protector, como el delincuente que huye de los testigos de su crimen.

En vano don Félix trató de buscarla por todas partes con ánimo de descubrir cuál era la oculta y poderosa causa que había obligado á la joven ,á cometer aquella acción, apenas creiole para el que conocía desde su mas tierna edad sus nobles y elevados sentimientos.

Pero, al notar su repentina desaparición, cuando él aguardaba que viniera á justificarse, se verificó en la manera de considerarla, una violenta reacción que le hizo creer que la virtud de la huérfana era sólo aparente y que había sabido ocultarse bajo, el manto, de la más refinada hipocresía.

Indignado con esta idea, tomó la pluma y escribió á Andrés lo que pasaba, mandándole salir inmediatamente de la quinta, pues no quería tener á su servicio %.ninguna persona que le recordase la ingratitud de la que había Considerado hasta entonces como su hija.

El honrado Andrés recibió, esta carta casi al mismo tiempo que un anónimo en que se le advertía que Rufina, seducida por Fernando, estaba á punto de causar su deshonra.

Un rayo que hubiera caído á sus pies le hubiera causado menor espanto qué aquellos dos fatales escritos, que habían venido, en un dia y, á una misma hora, á trocar su felicidad en la mas cruel amargura.

Durante un largo espacio de tiempo, el infeliz padre dé Rufina permaneció anonadado bajo el peso de su desgracia. Después levantó la cabeza con precipitación 30 como el hombre que acaba dé resolverse á poner en práctica un osado pensamiento, y corrió; en busca de su padre.

Él tio Pablo conoció en la voz de su hijo, la profunda emoción que le agitaba; Andrés no se atrevía á descubrirle la causa de su dolor, temeroso de que esta prueba acortase los dias del pobre anciano.

—¿Qué es lo que pasa? preguntó el ciego al padre de Rufina, estrechando entre sus manos la mano convulsa de su. hijo.

Andrés guardó silencio.

—¿Qué es lo que pasa? volvió a preguntar aquel con el acento del que á la vez manda y ruega.

—Me falta valor para contarlo, padre mió, contestó Andrés, entrecortando sus palabras con profundos sollozos.

El pobre ciego buscó á tientas los ojos de su hijo y los encontró llenos de lágrimas. En seguida exclamó dejándose caer en los brazos de Andrés:

—¡Rufina ha muerto!

—¡Ojalá! contestó el desgraciado padre.

—¿Qué es lo que dices?

—La verdad.

Y Andrés leyó al anciano las dos cartas que habia recibido, y le pidió consejo.

—El tio Pablo meditó durante algunos minutos, y después contestó con un acento solemne y grave:

—¡Andrés, la muerte es preferible á la deshonra!

—Gracias, padre mió, contestó este, gracias por haber aprobado mi pensamiento.

Y al acabar esta esclamacion, abrazó á su padre, tomó una de sus escopetas, y salió de la quinta.

VI.
DOS CRIMINALES INOCENTES.

Cuando Rufina salió de la casa de don Félix, todavía era de noche; recorrió á la ventura algunas calles de la ciudad, y por último se decidió á ir al lugar en que se hallaba Fernando, para referirle su desgracia y hacerle saber su decisión de encerrarse para siempre en un convento.

—Es imposible, respondió el joven; yo haré conocer tu inocencia y mi culpa, mi padre se apiadará de mí, y el tuyo no me negará tu mano. El nada sabe todavía; se lo referiremos todo, y nos perdonará, porque te ama.

Mientras Fernando y Rufina hablaban de esta manera, concertando el medio mas oportuno de obtener su perdón, Martin, colocado sin ser visto en el dintel de la puerta, lo escuchaba todo, y formaba sus planes, para consumar la desgracia de aquellos dos desventurados seres. Brindóse á acompañarlos, y antes de salir para la quinta, notició á don Félix los pianes de su hijo que, seducido por aquella mujer, trataba de ocultar con su propia humillación la vergonzosa conducta de su manceba.

Todo esto se lo escribía en nombre de un antiguo y leal amigo, que se interesaba por el honor de su familia, lo cual hizo que el padre de Fernando, dejándose llevar de su consejo, acudiese á la justicia para salvar su honra.

Martin, con un especioso pretesto, se adelantó á los jóvenes, y antes que ellos llegasen, supo del tio Pablo que Andrés habia salido dispuesto á vengarse de su hija y del seductor que á tales escesos la habia precipitado.

El falso amigo, fingiendo entonces un vivo interés en favor de Rufina y de Fernando, dejó escapar algunas palabras que enconaron más la profunda herida del pobre viejo.

Lamentábase éste de la falta de vista, que le evitaba tomar por sí mismo la venganza; y, fuera de sí, pedia á Dios sólo por un momento la claridad de sus ojos.

En este instante entró Rufina y se arrojó llorando á su cuello.

El tio Pablo la rechazó con dureza; ya vagaba en sus labios la maldición que iba á caer sobre la frente de la joven, cuando escuchó á poca distancia la voz de su hijo.

Entonces el amor, que á su nieta profesaba, venció instantáneamente en su corazón al odio que le inspiraba su conducta, y. por un movimiento instintivo Ja hizo entrar en una habitación próxima y cerró la puerta.

Fernando, Martin y el anciano quedaron solos.

El hijo de don Félix se adelantó tranquilo hacia el lugar donde la voz de Andrés se escuchaba; pero al salir por la puerta, oyóse una detonación, y el infeliz joven cayó al suelo bañado en su sangre y esclamando con débil voz:

¡Me han muerto!

El anciano lanzó un grito de horror, y sus labios pronunciaron involuntariamente este nombre.

¡Andrés!

Andrés corrió también al sitio de la catástrofe, y al ver á Fernando tendido en el suelo y junto á él una escopeta humeante aun, retrocedió espantado, y cubriéndose con las manos el rostro, exclamó:

—¡Mi padre!

Mientras ésto tenia lugar dentro de la quinta, por un lado penetraban en ella don Félix y la justicia que le acompañaba; por otro salia Martin, despavorido, des-