Página:El museo universal 1869.pdf/54

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

evangélica de la plazuela de los Donados, con la curiosidad natural de ver el culto de otros seres cristianos. En la puerta hubo algunos voluntarios dé la libertad que cuidaban de la conservación del orden, pero no habia necesidad de estas precauciones, porque los españoles so condujeron de la misma manera que los ingleses cuando visitan nuestros templos. Además hallamos en el notable documento del presidente del Ayuntamiento popular de Madrid, y en la alocución que dirige á sus habitantes la declaración de que todos los españoles y extranjeros establecidos en España tienen la facultad de ejercer públicamente el culto que profesen, sin mas limitaciones que las impuestas por las reglas universales de la moral y del derecho.

Parece que en todas partes se lleva á cabo una gran revolución en favor del bello sexo, que comienza á gozar de nuevas é importantes prerogativas. En Berlín acaba de abrirse, bajo la protección de la princesa real de Prusia, una especie de universidad para mujeres con el título de El Colegio Victoria. Ya se han matriculado ciento ochenta alumnas. Las materias que se estudian en ella son: literatura francesa y alemana, historia de las artes, y ciencias naturales.

La famosa Universidad de Cambridge ha comenzado en este año á espedir certificados de exámenes á favor del bello sexo.

Las materias que pueden estudiarlas damas se hallan distribuidas en seis series.

La primera comprende conocimientos de religión, aritmética, historia y geografía de Inglaterra, é idioma, composición y literatura inglesas. La segunda, latin, griego, francés, alemán é italiano. La tercera, elementos de geometría y de álgebra y logaritmos; idem de trigonometría plana, secciones cónicas simples, astronomía y dinámica. La cuarta, economía política y lógica. La quinta, botánica, geología, geografía física, zoología y química. La sesta, música y dibujo.

No vamos en España á la zaga de esté trascendental movimiento. El dia 2 del corriente se verificó en el local del antiguo Conservatorio la inauguración del Ateneo de señoras, bajo la presidencia del señor Castro, rector de la Universidad central: á cuyo solemne acto concurrieron comisiones del Ayuntamiento, de la prensa, de las corporaciones científicas y literarias y multitud de personas notables. Las secciones comprenden las enseñanzas de música, piano, arpa, canto; idiomas francés, alemán, inglés é italiano; dibujo, flores artificiales; aritmética, historia, geografía y cosmografía; teneduría de libros, caligrafía y taquigrafía. Deseamos el mejor éxito á tan dignos esfuerzos, y no dejaremos de reseñar sus trabajos para que sirvan de estímulo á otras provincias.

El dia último del pasado mes tuvo también lugar la reunión de costumbre todos los años en la Biblioteca Nacional, para la entrega del premio concedido en el concurso abierto por la misma, que recayó en el laborioso escritor señor don Felipe Picatoste y Rodríguez por sus Apuntes para una bíblioteca científica española del siglo XVI. En dicho acto leyó el señor don Juan Eugenio Hartzenbusch una notable Memoria sobre los trabajos y situación del establecimiento durante el año pasado, en que demuestra el celo y conocimientos que le son propios en este importante ramo.

Debemos hacer aquí especial mención del establecimiento y apertura de una nueva sociedad científico literaria con el título de Ateneo escolar de Madrid, de la que nos prometemos grandes beneficios en lo tocante á instrucción y estímulo de la juventud, felicitándonos de ver responder con tanta actividad y celo á la concesión de las libertades que ansiaba el digno pueblo español.

No concluiremos esta Revista sin anunciar á nuestros lectores, que el doctor en medicina señor López de la Vega, incansable escritor, cuyo nombre es familiar á los suscritores á El Museo, ha publicado un poemita intitulado: Armonias de la religión, en cuya obra prueba, que el espíritu cristiano es la válvula de seguridad de los pueblos cultos.

También ha dado á luz una Monografía, sobre la verdadera esencialídad de la fiebre, declarándose partidario de la intoxicación miasmática y combatiendo la escuela esclusivista de la irritación. Éste trabajo, es la primera parte de su obra lata de medicina, cirugía y y ciencias auxiliares.

Nicolás Díaz Benjumea.


BENEFICENCIA.
ALGO ACERCA DE SU HISTORIA EN ESPAÑA.

Mientras se abolían antiguas leyes, cuya escesiva dureza era incompatible con la mansedumbre de la religión nueva, se hicieron otras mas conformes con la .santidad de su doctrina. El derecho de asilo, respetado por Leovigildo en su hijo; esa incomparable facultad ele la Iglesia, al cubrir con su gracia al que delinque, y pidiendo á Dios, en nombre ele Jesucristo, su dulce indulgencia para la pequeñez y fragilidad de los hombres, y que no caiga sobre ellos lodo el peso de la justicia, fue una de las mas bellas conquistas de la idea redentora; habiéndose llegado, en este camino de caridad, á establecer el principio de que si hubiese de haber misericordia en la imposición de las penas, se tuviera con los pobres.

Tan humanitarias eran las leyes civiles como las de la Iglesia, porque eran unos mismos sus autores.

Ellos contribuyeron á emancipar á la familia humana, librándola del yugo de un sólo pueblo que tanto la corrompiera, y elevándola con nuevos sentimientos de dignidad. Ellos fomentaron la consideración hacia el sexo débil, juntamente con el sentimiento de la libertad individual, depurando las costumbres y creando intereses conciladores.

Y de tal modo se arraigó en nuestro suelo la civilización goda, que pasaron íntegras sus tendencias benéficas á la monarquía asturiana, en donde los restos de su estenso poder encontraron refugio contra las falanges indomables del islamismo, conservando los caracteres y afinidades de individuos de una misma familia.

Amalgamáronse en Asturias todos los elementos de la futura prosperidad ele España, y no fue por cierto de los menores el de la beneficencia. Digno lugar ocupaba entre la religión, las costumbres, la tradición y las leyes venerandas de la patria; y es mucha lástima que, por consecuencia del estado tristísimo á que se vieron reducidos los heroicos compañeros de don Pelayo, y algunos de sus sucesores, no nos queden apenas memorias ó datos para justificar las fundadas conjeturas en que dicha opinión se apoya, hasta el reinado de don Alfonso el Casto.

Este monarca notable, al propio tiempo que fundaba basílicas en la capital de su reducido reino, dispuso en ella la construcción de un hospital, bajo el patronato de San Nicolás; edificio de que no ha quedado vestigio alguno.

Algo más pudo hacer por la beneficencia su sucesor don Alfonso el Magno; quien, al erigir en la misma ciudad el hospital de San Juan, levantaba, orillas del rio Trubia, un monasterio, con la advocación de San Adrián y Santa Natalia, destinado principalmente á la hospitalidad de pobres y peregrinos, durante el año 890: en lo cual se echa de ver cómo los reyes asturianos proseguían en la senda benéfica de los godos, puesto que los monasterios fundados por estos últimos, tenían antes que todo el carácter hospitalario, designándose con los nombres de «hospederos» y «enfermeros» respectivamente, á loo monjes encargados del hospedaje de los caminantes y del cuidado de los enfermos.

Refiere Carballo, con presencia de escrituras y demás documentos originales, que el reino asturiano llegó á poseer mas de ciento de aquellos monasterios. ¡Asombroso progreso de la beneficencia!

Parecía desarrollarse en las almas españolas este sentimiento generoso con tanto vigor y lozanía como el de su santa independencia, y que cada paso hacia su libertad lo era igualmente al ideal de la beneficencia.

Formábanse hermandades y otras asociaciones con objeto de amparar á los peregrinos contra los malhechores, y hacerles accesibles los malos caminos, con toda clase de medios auxiliares, pues las comunicaciones eran dificilísimas en aquella época.

No era necesario que la caridad fuese con frecuencia una obligación tan estricta como positiva, impuesta en la institución de feudos y mayorazgos á los que en su disfrute debian sucederles (1). «Los prelados como las comunidades monacales, la nobleza como el estado llano; cada cual en la esfera de sus respectivas posibilidades; todos se mostraban á porfía dadivosos y benéficos; todos, con fé pura y desinteresada, sacrificaban una parte ele sus fortunas en aras de la indigencia.»

Trasladado á León el principal asiento de la monarquía goda, á consecuencia de la muerte de Alfonso el Magno, su hijo Ordoño que reunió á la de Galicia la corona de aquel reino, en sucesión á su hermano don García, mereciendo el dictado de piadosísimo, no podía menos de secundar de un modo, que el tal dictado acredita, las disposiciones benéficas del autor de sus dias.

A medida que los moros iban abandonando el terreno á los cristianos, que inmediatamente le ocupaban, I las leyes, costumbres y fundaciones de estos últimos quedaban en él arraigadas en breves dias, obrándose una trasformacion completa en el aspecto de las nuevas poblaciones.

Siguieron creciendo las instituciones piadosas. El obispo don Pelayo fundó en León el hospital de San Lázaro, y años despues se levantó el de San Marcos, cuyo segundo instituto fue el de recibir canónigos agustinos, sin perder su carácter piadoso.

Dedúcese de lo anteriormente espuesto que el carácter de la beneficencia venia siendo patriarcal, pues el hospedaje y- la limosna, en que el sentimiento humano concurre con el divino, ó de otro modo, la naturaleza con la religión, con la reverencia de nuestro. antepasados en aquellos siglos de hierro, bien pueden darla esa hermosa fisonomía.

Tal vez aquella sociedad, que empezaba la gigantesca lucha de los ocho siglos, habia adivinado en la beneficencia uno de sus auxiliares mas poderosos; habia visto en las glorias humildes de la caridad los estímulos mas eficaces para la gloria de arrojar de nuestro suelo á los enemigos. implacables de la fé cristiana y á los verdugos de la patria.

Sólo la Providencia podía inspirar entonces á aquellos fervorosos monarcas y á aquel pueblo esforzado que, como á padres queridos, los obedecía.

¡Dios sabe fo que hubiera sielo ele España, sin el espíritu benéfico que la animaba, sin su moralidad profunda! Completamente la hubieran absorbido los árabes; tal vez para siempre; y hoy serían muy diferentes los destinos del mundo, cómo muy distinta su civilización.

Pero dejemos estas reflexiones y otras muchas que sugiere á la mente el vigor de aquellas sociedades y el carácter patriarcal de su beneficencia, y continuemos rápidamente nuestra escursion histórica.

Siguieron en Castilla como en Asturias y en León los progresos ele la caridad. El conde Garci-Fernanelez donó al convento de San Pedro de Cárdeña el hospital de Samerel, el Cid Campeaedor, al fundar en Palencia el hospital de San Lázaro, estableció la hermandad de la Caridad para enterrar a los pobres, y el conde Peranzures levantó el hospital de la Esgueva ele Valladolid.

Mas adelante don Alfonso VIII, mientras se preparaba al memorable acontecimiento ele las Navas de Tolosa, hacia construir en Burgos el hospital del Rey, sin rival entonces, y aun hoy admirado por las riquezas con que se le dotó, no menos que por la circunstancia de haberlo puesto al cargo inmediata de señoras de Caridad, ó dueñas, bajo la dirección de la abadesa de las Huelgas: dato interesantísimo para la historia de nuestras hermanas de la Caridad.

Otro hospital fundó don Alfonso tras de los muros ele Cuenca, luego que esta ciudad fue tomada por sus armas victoriosas, encargando de él á la orden de Santiago, con las rentas necesarias á su sostenimiento.

No llama tanto la atención, á nuestro modo de ver, un número tan considerable de fundaciones benéficas, como ciertas circunstancias que en ellas concurrían v. gr. la de que muchos de los fundadores ó patronos habitasen en los mismos establecimientos, con objeto ele vigilarlos personalmente y cuidar á los enfermos del modo mejor.

No es de estrañar tampoco el prodigioso número de las fundaciones, si se tiene en cuenta que en ellas competían los cabildos con los reyes y los señores y que por todas partes crecían, á medida que avanzaba la obra de la restauración de la patria. Apenas habia una aldea en donde no se alzase un establecimiento piadoso, ni Ciudad donde no se erigiesen varios, al tremolar en ellas el estandarte de la Cruz: de tal modo que llegaron á redundar en perjuicio de los pueblos, pues tenían que aislar al procomunal las acumulaciones continuas de bienes con destino á la beneficencia.

La estancación de riqueza que esto ocasionaba y la perpetuidad de muchas donaciones, dieron lugar á quejas y reclamaciones de los pueblos, ya directamente encaminadas ú los monarcas, ya por medio de los procuradores á Cortes: quejas y reclamaciones que se multiplicaban, al ver que el numero de los indigentes crecía siempre, sin duda por la abundancia dé los socorros.

Según unos datos que tenemos por seguros, sólo la ciudad de Sevilla llegó á contar en su recinto, durante sus buenos tiempos, cien hospitales, Salamanca treinta y seis y Toledo veinte y tres; no incluyendo sus numerosas cofradías, cuyo objeto era la caridad. A poco mas, hubiese habido un asilo para cada enfermo, como habia un consuelo para cada desdicha, y un remedio para cada mal.

Magnífico cuadro fuera el de una estadística exacta de aquella beneficencia, á. contar con todos los medios necesarios para formarla. Mas, aunque carecemos ele los datos indispensables, bástanos la perspectiva lejana del cuadro para comprender su espléndida magnitud, para asombrarnos al piadoso aspecto ele unas sociedades, á quienes no pocos han calificado de bárbaras y sediciosas.

Existe una ley en el código inmortal de las Partidas, que, después de indicar las diversas maneras con que los reyes deben mostrar afecto á los pueblos, dice lo siguiente: «é deben otrosí mandar facer hospitales en las villas dó se acojan los omes que non hayan ayacer en las calles por mengua de posada: é deben facer alberguerías en los lugares yermos que entendieren que será menester, porque hayan las gentes dó se alberguen seguramente con sus cosas assi que no se las puedan los malhechores furtar ni toller.»

Al llegar aquí ya es mas clara y mucho mas conocida la historia de la beneficencia y pueden examinarse sus instituciones, desde un punto de partida mas filosófico.

Tócanos hablar ele la lepra, antes de ir directamente á nuestro objeto. Esa enfermedad cruel, cuyos horrores, encerrados en los lazaretos, no podían hallar remedio en la humanidad, ni daban lugar á la compasión; ese azote inmundo, conocido con el nombre de mal de San Lázaro; encontró también la esperanza de su alivio en el maternal corazón de España: esperanza realizada no pocas veces por los milagros de la religión;


(1) Aries Miranda, reseña histórica de la beneficencia Española.