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Van á verificarse unas elecciones, y el candidato escribe la siguiente carta-circular:

«Electores: hijo del pais, he vivido siempre á vuestro lado, y conozco vuestras necesidades y vuestras aspiraciones.

» Nada tenéis, y; por consiguiente todo lo necesitáis.

»Yo me comprometo, á que veáis cumplidos todos, vuestros deseos, si me hacéis el señalado honor de elegirme vuestro representante!

«Vuestro afectísimo, etc.»

Apenas terminada, esta circular produce su efecto. El candidato se vé ya sentado en los escaños del Congreso.

El diputado B... le estrecha la mano y le hace mil cumplidos con el objeto evidente de atraerle á su partido.

Un periódico, en un arranque de entusiasmo, le compromete á aceptar una cartera en la combinación ministerial que está próxima á formarse.

Después de algunas dudas y vacilaciones, acepta la cartera.

Dejad que el opio produzca su efecto; pronto el infeliz se verá derribado por su contrario, lejos de desmayar, se entregará otra vez al opio de una nueva candidatura.

REFLEXIONES.

Los chinos no conocen mas que una clase de opio: el opio de adormidera.

Las naciones occidentales, mucho mas civilizadas, conocen:

El opio del amor,
El opio de la ambición,
El opio del vicio,
El opio de la adulación,
El opio de la gloria,
El opio de la vanidad...

Pero no creo necesario continuar enumerando las distintas clases de opio que se conocen en los países cultos: lo dicho hasta para demostrar qué lugar ocupa el sueño en nuestra vida.

En su consecuencia, respetemos las costumbres y preocupaciones de cada pais, no nos burlemos de los chinos, y... ¡viva el opio!

José Bustillo Pérez.

EPISODIO DE LOS COMBATES EN LAS CALLES DE MALAGA.

MEJICO.
(CONTINUACION.)

Con sus magníficos claustros y sus bellos jardines, era en nuestro concepto el mas rico de Méjico.

Dos iglesias, cuyo interior está cubierto de gigantescos retablos de dorada talla, tres capillas de buen gusto, claustros tapizados de pinturas, lo hacían un monumento de los mas notables. Pero los partidos han destruido el convento, se han hecho calles al través de los claustros, y se han vendido sus jardines. Los soldados que en los dias de lucha ocuparon este edificio, dejaron en él como en Santo Domingo la indeleble marca de su paso: el convento se halla actualmente en el mas deplorable estado.

La fachada que mira á la calle de San Francisco, presenta un pórtico magnifico.

Compuesto de pilastras del renacimiento, adornadas con bajos-relieves, dominadas de capiteles y separadas por nichos con sus estatuas, el conjunto ostenta una riqueza de ornamentación estraordinaria, de un gusto acaso dudoso, pero de notable delicadeza de detalles. Y admiranse tanto mas estas esculturas, cuanto que, según la crónica, no son debidas al cincel del artista, sino al pico del picapedrero.

Actualmente la puerta de San Francisco no existe, el convento está derruido, los materiales dispersos y el terreno vendido.

El convento de la Merced es sólo una inmensa fábrica, en la cual, ni la iglesia ni la fachada pueden llamar la atención; pero su claustro es el mejor de Méjico.

Blancas columnas con vistosos arcos, forman inmensas galerías trazando un gran patio, cuyo centro adorna una modesta fuente. Estas ligeras columnas y los calados que adornan los arcos, recuerdan el estilo granadino, que con tanto esplendor se ve desenvuelto en el patio de la Alhambra.

Situado en medio de un barrio de los mas populosos, el cláustro forma por su soledad y silencio un gran contraste con el tumulto y agitación de afuera. Nada puede compararse á la tristeza que reina dentro de estas paredes. De vez en cuando llega un aguador á llenar sus cántaros y sus chochocoles. Otras veces la blanca túnica de algún religioso, viene á animar un momento el desierto de las galerías, para desaparecer luego en las sombras de los vastos corredores, poblados de celdas inhabitadas en su mayor parte.

En las paredes de las galerías, hay una multitud de cuadros representando escenas religiosas con figuras de tamaño natural, que representan á su vez á los mártires y santos de la orden. Todas estas fisonomías mudas, en el éxtasis de la oración ó del dolor, nos ofrecen una lúgubre perspectiva.

MÉJICO.—COSTA Y PUERTO DE SAN BLAS.