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estar seguro de que es la vera efigies de una gran dama un si es no es traviata. Asi como el aire predestinado de la siguiente fotografía dice á gritos que es el marido de aquella.

Sin duda la medicina no era suficiente para hacer desaparecer el mal; ó acaso era peor el remedio que la enfermedad. Nuestro héroe debió buscar consuelo á sus pesares amorosos en otras partes. De aquí la variada colección de los siete retratos que siguen. Siete, como los siete pecados capitales.

No nos detengamos en ellos, y pasemos al retrato número cincuenta, que es el siguiente.

Este merece toda nuestra atención.

Representa una de las lumbreras de nuestra ciencia médica, el famoso doctor ***.

¿Por qué está aquí ese retrato? Me iba interesando la historia de este desconocido, escrita en esta serie de retratos, me iba siendo muy simpático el protagonista; asi es que siento un escalofrió á la primera idea, que se me ocurre.

Los disgustos y los escesos han minado la salud de nuestro pobre héroe y ha caido enfermo de gravedad. Sin duda el doctor*** le ha asistido. ¿Qué término habrá tenido la enfermedad? Si ha sido desgraciado, eso podría esplicar el encontrarse el álbum en la prendería. Pero entonces ¿quién ha puesto el retrato del doctor en el álbum? No, respiro, nuestro héroe se ha salvado, asi lo creo al menos.

Pero, aun quedan á la vuelta dos retratos, los últimos.

El primero, sí, no me engaño, es el diablillo, pero el diablillo con seis años mas, convertido en una lindísima joven y menos burlón y travieso que antes.

Este retrato me lo esplica todo. Al saber la enfermedad de su hijo, el juez y su esposa, el diablillo y su padre se han apresurado a venir á Madrid. Rodeado de tan solícitos cuidados y de tanto cariño, el mal ha tenido que ir cediendo y retirándose paso á paso, hasta dejar al pobre joven. Todos lo adivináis ¿no es cierto? Es de noche, la calentura ha cedido al fin, el enfermo siente una lágrima, que cual bendito rocío cae sobre su demacrado rostro, abre los ojos y ve ante si al diablillo, al ángel que le cuida con toda la ternura del primer amor. ¿Cómo morirse después de eso?

La convalecencia es lenta, porque el mal ha sido terrible; pero todo acaba en este mundo hasta las convalecencias. Me parece ver á nuestro pobre héroe dar los primeros pasos apoyado en su linda enfermera. Casi casi estoy por decir que consentía en enfermar con tal de tener una enfermera parecida.

El último retrato es el de nuestro joven después de su enfermedad, y en él se ven patentes los terribles efectos de ésta.

Hasta aquí la serie de fotografías.

¿Cómo se encontraba el álbum en la prendería? ¿Se casó nuestro hombre con el diablo? ¿Recayó de su dolencia y murió?

No lo sé.

Me he figurado que en cuanto estuviera en estado, de emprender el viaje, sus padres y el diablillo se lo llevaron á su pueblo, para que los aires natales terminasen su curación. En el trastorno de los preparativos de viaje el álbum debió estraviarsé é ir a parar á la prendería.

Ayer sin ir mas lejos iba mirando los escaparates de las tiendas de la Carrera de San Jerónimo, cuando vi una pareja, que trascendía á cien leguas á dos recien casados. Y ¡cuál no seria mi sorpresa al reconocer en ellos á mi héroe y al diablillo, él ya repuesto de su enfermedad y ella mas linda que nunca!

Hé aquí el desenlace de la historia, me dije.

Y dando vueltas en mi imaginacion á un proyecto, seguí á la enamorada pareja, hasta que entraron en una fonda. Entré tras ellos, pregunté á un mozo el nombre de nuestro héroe y no tuvo inconveniente en decírmelo, merced á una propina.

Volvíme en seguida á casa, hice un paquete con el álbum, puse en la cubierta el nombre de nuestro protagonista, salí de nuevo, busqué un mozo de cordel, le encargué llevase inmediatamente el paquete á su destino y no me marché hasta que le vi tomar la dirección de la fonda.

El álbum, pues, debe hallarse otra vez en poder de su dueño.

Enrique Fernandez Iturralde.



ALBUM POETICO.

LA BODA MISTERIOSA.


(CONTINUACION.)

II

Alegre despunta el alba
en el día de San Juan;
los nobles visten la cota,
las damas rico cendal,
el pastor rudo pellico,
la zagala humilde ajuar.
Hacia el castillo de Azara
alegres todos se van,
que ya Anarda la princesa
vestida de boda está,
y el conde de Rosamora
¡a espera al pie del altar.
Si garrida está la novia,
el conde arrogante está;
las perlas de sus cabellos,
nadie las puede contar;
las joyas que el conde lleva
diz que forman un caudal.
Doncellas siguen á Anarda,
tras del conde pajes van;
las unas visten de lino
que envidia á la nieve da;
los otros de rica seda
del cielo en color rival.
El júbilo reina en todos,
el gozo pintado está
en la dichosa pareja
que la suerte va á juntar.
Mas, ¡ay! que entre tanta dicha,
mezclada desdicha va,
y entre tantos como ríen,
no lejos quien llora está.
Sentada al pie de un arroyo
junto á un marchito rosal,
los pies pequeños desnudos,
los cabellos sin peinar,
triste y pálido el semblante,
llorando una hermosa está.
Cristiano que la mirara
se moviera á caridad
que no hay pecho que no sienta
ver una hermosa llorar.
Los pastores y zagalas
que al castillo alegres van
se tornan al verla tristes,
lloran al verla llorar,
y compasivos sus pechos
estos consuelos le dan:
Peregrina, peregrina,
por la Santa Trinidad,
que enjugues tu amargo llanto
que Dios dichosa te hará;
tan joven y tan hermosa
Dios habrá de ti piedad.
La doncella les responde
sin cesar de suspirar:
pasad, pasad adelante,
no tiene alivio mi mal:
es mas fácil que se torne
en dulce el agua del mar.
—Peregrina, peregrina,
que buscas la soledad,
no enturbies las dulces aguas
con ese amargo raudal.
Enjuga tus bellos ojos
que hoy no es dia de llorar,
que el conde de Rosamora
sube al tálamo nupcial.
—Traidor y falso es el conde,
y Dios le castigará,
la triste exclama, y al punto
paróse el rostro mortal.
—¿Quién eres, pobre doncella
que del conde no has piedad?
—Zoraida soy, la infelice,
si la escuchasteis nombrar.
Palabra de ser mi esposo
me dió el conde desleal,
hoy llegará el fementido,
dichoso al pie del altar,
y la fiel desventurada,
á la tumba bajará.
Cantad al pérfido conde
el himno alegre nupcial,
y á Zoráida la infelice
el de la muerte cantad.
Oid amigas mi historia,
asi os quiera Dios librar
de labio que miente amores,
de pecho que helado está,
de lengua que mucho ofrece,
de mano que poco da.
Las dichas se tornan humo,
las penas son realidad.
Los cielos están muy lejos,
las lágrimas cerca están.
Era yo niña, muy niña,
apenas sé recordar,
que de los bienes del mundo
no sé bien sino del mal,
por un campo caminaba
de la tarde al declinar.
Allí me vió el falso conde,
que en él andaba á cazar.
Pidióme fuera su esposa,
juróle yo lealtad
que aunque era niña, muy niña,
la fe le supe guardar.
Y aunque mora, y él cristiano,
mi conciencia vale mas.
Dejárame por ser pobre,
y huyó como el criminal,
después que roba el tesoro
que ansioso logra alcanzar,
y hoy se casa con princesa
de estirpe noble y real.
Llevadme, llevadme, amigas,
ante el ara del altar,
La vida me va fallando,
helada me siento ya.
Ponedme coronas fúnebres,
vestidme negro sayal,
y en tálamo de la muerte
al castillo me llevad.
Llevaréisme, y mi cadáver
será allí un testigo más.
En medio de tantos vivos,
Zoráida muerta estará;
el conde en dosel vistoso,
yu en el lecho funeral;
el conde en trage de boda,
yo en trage de amortajar;
el falso con ricas galas,
con un sudarlo el leal;
para él alegres canciones,
para mi el triste doblar.
Esto diciendo, un suspiro
profundo exhala, y la faz
tomándose cadavérica,
sobre el polvo viene á dar.

      _____

Los pastores y zagalas
de espanto mudos están,
sobre el polvo se arrodillan
la su alma á encomendar
y murmuran entre dientes
mirando el cuerpo glacial:
Traidor y falso es el conde

y Dios le castigará.

(Se continuará.)



EPIGRAMAS.

Aquí reposa un cantante
que puso en su testamento:
ordeno a mis albaceas,
que Verdi pague mi entierro.
         ____
Preguntábale á un caribe
un viajero una vez,
sí de cierto misionero
se acordaba:—«¡Oh, mucho!... fue
sugeto muy excelente:
yo me comí parte de él.»
         ____
Contando cierto periódico
la desgracia que aviniera
á un actor, que, de un caballo
cayó á tierra de cabeza,
dijo:—«Tenemos el gusto
de anunciar, que ya se encuentra
tan mejorado, que anoche
salió al público en tres piezas.»
         ____
En una visita, Laura,
dijo: gracias don Gabriel
por la pintura que hace
de mi carácter. Pardiez
respondióle el caballero
siempre corto quedaré,
que nunca podré pintarla
mejor que se pinta usted.
         ____
¿Por qué llevas espejuelos?
preguntó admirado uno,
al ver luciendo anteojos
al lince de don Abundio.
Y respondió éste con gracia:
los llevo, porque hace mucho
que con vista natural
no veo nunca un peso duro.

                   N. D. B.


EN EL FONDO DE UN POZO,
ANÉCDOTA HISTÓRICA.

En una hermosa mañana de primavera, la joven y linda Teresa, hija de un comerciante de Tarragona, se dirigía á la catedral. ¡Cuánta alegría brillaba en sus ojos!... La corona de desposada adornaba su frente virginal, y un velo blanco flotaba sobre sus espaldas al ligero soplo del viento. Alvaro, el elegido de su corazón, la conducía al pie del altar.