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Cabecera de El Museo Universal

NUM. 7.º

Precio de la suscricion.—Madrid: por números sueltos a 2 rs.; tres meses 22 rs.; seis meses 42 rs.; un año 80 rs.

MADRID 14 DE FEBRERO DE 1869.

Provincias.—Tres meses 28 rs.; seis meses 50 rs.; un año 96 rs.— Cuba , Puerto Rico y Extranjero, un año 7 pesos.—América y Asia, 10 a 15 pesos.

AÑO XIII


REVISTA DE LA SEMANA.

E

l gran aconte

cimiento de la semana, es la ansiada apcrlura délas Cor tes constitu yentes , cuya reunion solem ne, forma un nuevo y , sin duda, él más importante pe ríodo de la re volución glo riosa de Se tiembre. La Providencia, corno si se re gocijase con este espectácu lo , parecía ha ber vestido de gala á la natu raleza y dado á la bóveda ce leste su mas vivo, brillante y diáfano colo rido para so lemnizar un acto que no se borrará jamás de la memoria ('.(• los hijos de la hasta aquí infortunada1 España. Los inglese* tienen la preocupación de que siempre que

sale su graciosísima Victoria á algún ceremonial ó fun ción pública, las nieblas le hacen el obsequio de. reti rarse para dar paso al sol , y siguiendo este ejemplo de una nación civilizada , bien podría creerse que los ele mentos se han mostrado por demás obsequiosos, con el pueblo-rey español ; puesto que desde los primeros dias de la revolución se viene observando otra revolu ción en nuestro clima como si quisiese cooperar por su parte á la prosperidad , contento y riqueza de los españoles; como sí le sonriese el triunfo de las liberta des patrias. Con esta natural decoración y magnifico aparato mez clado con el contento y animación de la muchedumbre, con la belleza de las damas españolas capaz de resistir el examen mas rigoroso de la brillantez deslumbradora del sol del mediodía; adornados los balcones de la car rera con vistosas colgaduras, cuajadas las calles de uniformes de soldados y voluntarios y al son animado de patrióticos himnos, nizo su salida la comitiva, se gún el ceremonial establecido de antemano; y recibida en el pórtico del Palacio del Congreso por la comisión de diputados mimbrada al efecto, penetró en el gran salón de sesiones , donde, por primera vez, España libre veíase representada por elegidos de todo el pue blo para consagrar sus derechos en el santuario de las leyes, y donde, leido el discurso de apertura, resonó un viva entusiasta á la soberanía nacional, yuiera el cielo que nuestra atmósfera política de libertades se presente despejada y brillante en el porvenir, y que los diputados satisfagan y realicen las esperanzas con cebidas por todos los buenos españoles que anhelan la regeneración completa de nuestra patria. La grandeza del espectáculo mas bien se realzó que disminuyó por el incidente desagradable que produjo repentina alarma entre los espectadores que llenaban la Carrera de San Gerónimo. Era menester que un grano de insensatez y un toque de flaqueza y miseria humana, viniese á ser en la solemnidad del jueves co mo el punto de commensuraeion de su magestad y grandeza, no fuera que tanta discreción y orden nos hiciese aparecer semi-dioses mas que mortales. Nues tros lectores aceptarán este modo de considerar el caso, siquiera pueda decirse de él, que si non é vero, por lo menos deja bien puesto nuestro orgullo. Haciendo ahora una excursión por esos mundos, con propósito de regresar en breve á la región doméstica, se nos antoja pequeño y desprovisto de interés todo lo

que pasa por Europa ; v vercaderamente, sin dejar de ser modestos, bien podemos decir , que en el teatro político , boy por hoy, somos las primeras figuras y tenemos el privilegio de llamar la atención de todas las naciones. A pesar de las noticias contradictorias qne han cor rido sobre la solución de las diferencias entre Grecia y Turquía, el espíritu pacífico viene á triunfar al cabo dé los ímpetus belicosos. Vista la actitud de las grandes potencias y la situación actual de Creta, los griegos no tienen otro recurso sino el de abstenerse de inquietar á los turcos, puesto que cualquier nuevo conflicto que provocasen les haria responsables de haber turbado el quietismo que todavia es el bello ideal de los poten tados y diplomáticos de Europa. Sobre todo, a nin guno le hace mucha gracia emprender ni ser testigo de una guerra en Oriente. Todos están armados cap a pied, y puestas las puntas de sus lanzas sobre las vise ras de sus vecinos, y no es cosa de que por una niñe ría vayan á hincárselas por las bocas. Los señores tur cos y griegos deben, pues, ocuparse en hacer reformas en sus respectivas casas, que harta necesidad tienen de ellas, y dejarse de andar buscando pan de trastrigo. Francia vuelve á sentir los efectos de sn sistema de colonización en Alger. Tribus algerinas se han suble vado, y las tropas francesas eslán ocupadas en la perse cución de los insurrectos, de quienos darán buena cuenta sin duda alguna ; pero cuyo suceso no deja de extrañar á cuantos observan el interés con que el em perador ha mirado estas regiones y los beneficios que en ellas ha procurado introducir. Treinta años há que los franceses invadieron la Algeria por vez primera, y desde la osada guerra suscitada por los Deys de Alger, Oran y Constantina, que, trayendo á la memoria dos grandes hechos de sus abuelos, tentaron resistir á los invasores , apenas ha habido paz en el transcurso de diez y siete años, que cerró la prisión de Abd-el-Kader, siguiendo después no pocas insurrecciones y guer ras fronterizas, hasta la importante sublevación de las tribus en 1804. La Algeria, se dice, es para la Francia una escuela militar y una válvula de seguridad para el escape de su entusiasmo bélico; pero la verdad es, que al par de esto, los franceses han tratado de probar en ella su sistema de colonización, que consiste en hacer, de súbito, de las colonias, una parte de la metrópoli. Allí han hecho carreteras, caminos de hierro, canales de riego, establecido líneas de vapores, gastado un te