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de plácidas melodías. De galanes y doncellas cuajada está la capilla do regio dosel levanta, en tela vistosa y rica, al cielo sus pabellones de oro, plata y bellas cintas. Por un costado del templo Anarda y el conde arriban, y en tanto que sobre el trono ios dos felices se sitian, la mucbedumbre se agolpa, y abre pa>o entre dos filas, ¡í un féretro que conducen cuatro zagalas vestidas, con negros y luengos mantos, que coronan siempre-vivas. Ilequiescat in pace, Amen, murmuran con voz tristísima, al contemplar el cadáver, que se ofrece ante su vista. Allí hablara un buen anciano, estas palabras decía: «Así en el mísero mundo se ven la muerte y la vida, las grandezas y miserias, la penas y la alegría.» En un rincón apartado el féretro depositan, por no turbar con la muerlc aquella escena de vida. Ya penetra el sacerdote en la lujosa capilla; ya el conde y Anarda bajan y á su presencia se inclinan. —«¿Queréis, conde Rosamora, el ministro le decía, á Anarda de Claramonte por vuestra esposa legítima?» El conde guarda silencio: nublarse siente su vista, su rostro se torna pálido, sus fuerzas se debilitan. La música cesa, y oye de muertos la triste antífona. Las campanas cuyas lenguas á repiques aturdían, á muerto doblan de súbito. En noche se torna el dia para el conde infortunado, que tiembla, duda, vacila, al escuchar en las bóvedas una voz triste que grita: —Traidor conde, traidor conde, si quieres mujer legítima vuelve el rostro, mueve el paso ¡acércate... llega... y... mira! Sudor glacial y copioso baña entonces sus mejillas: ve á su lado un esqueleto que á seguirle le convida. Quiere hablar, y fuerte nudo soltar la voz le impedia; quiere huir, y helada mano entrambas sus manos liga, el paso invisible abriendo entre turbas que se apiñan sin ver lo que el conde ve, sin sentir lo que sentía. A darse viene en el rostro con la muerta que yacia en el féretro que guardan cuatro zagalas vestidas con negros y luengos mantos que coronan siempre-vivas. ¡Zoraida! ¡zoraida! oyóse resonar por la capilla: voz del ángel de la muerte que helaba á los que la oían: el conde está en tu presencia, la muerte lo llama aprisa á que concluya su boda: estiende tu mano fria. El buen sacerdote en tanto con voz que en el templo vibra: —¿Queréis, conde Rosamora, de nuevo le repetía, á Anarda de Claramonte por vuestra esposa legítima? —Aun es tiempo, falso conde el esqueleto le grita: aun es tiempo, falso conde, para enmendar tu falsía. til alma te dió Zoraida, dale tú en cambio la vida, y en tálamo de la muerte será tu esposa legítima. Estiende, conde, tu mano, la voz sepulcral le grila. Y vióse entonces, gran Dios, milagro de amor que afirma cómo le de fiel amante

no se acaba con la vida, que Zoraida levantara la su diestra que yacía formando cruz en el pecho, y la del conde oprimía. Convulso al sentir su tacto sobre el féretro se inclina, un ¡ay! profundo del pecho se le arranca : sus mejillas tornáronse cadavéricas: faltóle el pulso y la vida, y quedó su yerto rostro junto al de Zoraida fria, y su mano en la su mano, que el cadáver tiene asida. Los testigos de la escena llenos de horror se retiran. Anarda abandona el templo y de luto se vestía; en negros paños se truecan las galas de la capilla, el rico dosel en túmulo, en crespón las sedas ricas, en doblar de las campanas las plácidas melodías, y en llanto y réquiems los himnos de la alegre comitiva, en tanto que las zagalas que el féretro conducían con luengos y negros mantos que coronan siempre-vivas, en fúnebre y triste coro esto dicen de rodillas: —Traidor y falso fue el conde y Dios su traición castiga; él cielo junte las almas del verdugo y de su víctima. Para Zoraida y el conde sólo una fosa se abría, que separar no pudieron manos por la muerte asidas: y Anarda puso en la losa que guardaba sus cenizas: «A los amantes traidores «aqueste ejemplo les sirva, »que suele escuchar el cielo los lamentos de sus víctimas. »

En Birmingham va á celebrarse en el mes de junio próximo una conferencia que no dejará de producir inmensos y provechosos resultados en la ciencia eco nómica. Los trades unions ó asociaciones de obreros para protección mutu a contra la explotación ó exigen cias de los empresarios capitalistas, convocan á este certamen ó concurso de inteligencias, j)ara tratar de las siguientes cuestiones y temas, cuya mera enuncia ción basta para adivinar la importancia de semejante meeting. i. Justificación de los trades unions:—2. Le gislación sobre dichas asociaciones y dictamen de los comisionados que investigaron sus estatutos:—3. Tra des unions, economía política y competencia estranjera:— i. Reducción de las horas de trabajo beneficiosa para la nación:—5. Limitación del número de apren dices:—6. Huelgas y vigilancia, sus causas y efectos:— 7. Necesidad de asimilar la legislación sobre talleres y factorías:—8. Hasta qué punto ayudaran el principio de producción co-operadora y las compañías industria les en la solución del conflicto existente entre el capi tal y el trabajo:—9.—Necesidad absoluta de que los unionistas tengan representantes en la Asociación de ciencias sociales:— 10. Educación primaria:—11. Cuá les sean los medios mas conducentes para asegurar la representación directa del trabajo en la Cámara popu lar:— 12. Necesidad de periódicos para las clases tra bajadores, y medios mas á propósito para estable cerlos.

En Londres se ha nombrado una comisión investi gadora de la verdad ó falsedad de las creencias y opi niones de los espiritualistas, cuyo secretario ha hecho público el siguiente llamamiento por demás curioso y sencillote: «Fenómenos del llamado esplritualismo.»— Señor director del periódico **: ruego á usted se sirva permitirme usar de su diario apreciable para informar á aquellos de sus lectores que se interesen en dicha cuestión , que por el Consejo de la Sociedad Dialéctica de Londres se ha nombrado una Junta con el objeto de investigar las llamadas manifestaciones espiritualis tas, y llegar á obtener un conocimiento completo de este fenómeno.

Un accidente inesperado nos impide estampar en es te número el grabado de la escena en la catedral de Burgos, que podremos dar á nuestros suscritores en el próximo, juntamente con los apuntes biográficos del infortunado gobernador de dicha capital.

EN EL FONDO DE UN POZO,

ANECDOTA B1STÓRICA.

(CONCLUSION.)

Semejante determinación fue adoptada y puesta en práctica inmediatamente. Los esposos se íiallan en el fondo del abismo, y la cuerda por la cual se han desli zado, desaparece con ellos. Entre tanto las tropas francesas, han subido triunfan tes sobre las murallas atrepellando cuanto se les ha puesto por delante, y entran en la ciudad llevándolo todo á sangre y fuego. No hay perdón ni piedad para los sitiados. El valiente Gómez habia peleado hasta el último mo mento en medio de los solilados españoles. Cuando ya no habia esperanza para Tarragona, huyó delante de los vencedores. El terrible contrabandista conoce la implacable ley de la guerra: sabe que no hay refugio posible contra el hierro esterminador de los sitiadores, y sin embargo, atraviesa la ciudadi ¿A dónde se dirigen sus pasos? Quiere ir á morir cerca de la única mujer que ha amado en el mundo. Gómez entra en casa de Teresa. Pero la habitación está desierta. Toda averiguación es inútil. ¿Qué lia sido de la catalana? Se oyen gritos en la calle : los soldados franceses es tán ;í la puerta. La muerte se halla á dos pasos de Gó mez. El instinto de la conservación le obliga á hacer un supremo esfuerzo para librarse del enemigo. El pozo, donde Teresa se halla oculta, se presenta ante sus espantados ojos. Ata apresuradamente varios objetos, en forma de cuerda, y desciende sin vacilar al fondo del abismo. ¡Qué momento para la jóven esposa! Gómez y Alvaro se encuentran frente á frente, en un lugar secreto, le jos de los hombres. El implacable contrabandista se ha acordado, no sólo de su juramento ante el altar, sino de sus palabras al salir fíe la iglesia. Un puñal pende de su cintura. ¡Ay! Alvaro está sin armas. Los franceses, con el hierro en la mano, saquean y destruyen la casa de los recien casados. Acaban de po nerla fuego, y los resplandores del incendio, penetran do hasta el fondo del pozo , iluminan el semblante de Gómez, sobre el cual, en caracteres de sangre , se lee la muerte de Alvaro. Gómez iba á arrojarse sobre su rival , se disponía á herirle, cuando Teresa se interpuso. —Gómez, murmuró, si tocas á Alvaro, grito al ins tante pidiendo socorro. ¡Tiembla! Los enemigos están allá arriba; si llamo pereceremos los tres. Su resolución era firme: Teresa la hubiese ejecuta do. El terrible contrabandista se resignó bien á su pe sar, y colocó el puñal en la vaina. Durante los tres dias del saqueo de Tarragona, los ilos enemigos han vivido el uno cerca del otro: sólo Te resa los separa. Su refugio les ha salvado. Los rivales olvidando por un instante sus odios y sus peligros, se han entregado alguna vez al sueño. Teresa no ha dor mido un sólo momento. El tercer dia toca á su fin. Una alegría feroz empieza á dibujarse en las facciones de Gómez: el tiempo de la mortandad va á espirar. Teresa, sin riesgo ni peligro, podrá salir pronto del abismo. Gómez podrá matar á Alvaro. Pero la esposa catalana ha estudiado al vengativo es pañol, y ha leído en el fondo de su alma.. —Gómez , le dijo en voz baja , al ponerse el sol nos otros estaremos salvados, ¿no es cierto? Y apoyó el acento en la palabra nosotros. Una siniestra sonrisa cruzó rápidamente por los la bios del contrabandista. —Nosotrosl repitió lentamente; sí, nosotros dos, pero no nosotros tres] Y la horrible sentencia de Gómez era irrevocable. La catalana tomó un partido decisivo. Ningún ene migo seria tan inexorable y tan bárbaro jiara Alvaro co mo Gome/.. La desgraciada, fuera de sí, empezó ¡i gri tar. En vano el contrabandista quiso taparla la boca: los gritos se habian oido desde lejos. Alguuosgranaderos acudieron y se acercaron al pozo. —¡Oh! esclamó uno de ellos, alguien grita aquí de bajo: camaradas, es preciso tapar este agujero. Y los soldados, borrachos de vino y de sangre, arro jan al fondo del pozo, sin saber por qué ni cómo, mue bles rotos, vigas, ladrillos y escombros: después se alejan riendo á carcajadas.

El pozo, estrecho de brocal , era muy ancho en el fondo. Las victimas españolas encontraron el medio de librarse de los golpes á la caida de los diversos objetos que se amontonabau á su alrededor, estrechándose al pie de las paredes. A pesar de todo, ni el aire, ni la luz les faltaba. ¡Mas ay! una piedra hiere en la cabeza á la esposa de Alvaro... Teresa se desmaya.

Muchas horas se pasaron: la catalana abre los ojos, y se encuentra tendida en el suelo al aire libre, sobre restos de vestidos y colchones, en el palio de la que fue. su casa. Gómez, de rodillas á su lado, la prodiga los más tiernos cuidados con solicitud amorosa.