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cion, parece demostrar que no existía ese propósito. Don Fernando nació en 1816, casó á los veinte años de edad con doña María de la Gloria , y gobernó en calidad de regente, desde el fallecimiento de su esposa, ocurrido en 1853 hasta 1835, en que fue aclamado rey su hijo don Pedro.


VISTA DE LA FACHADA

HE LA

IGLESIA DE SANTO DOMINGO.

Este templo próximo á ser derribado , y situado en la bajada ó cuesta que lleva su nombré, se edificó en el siglo XIII, juntamente con el convento que el mismo Santo Domingo destinó á una comunidad de religiosas á quienes dió la regla de San Agustín y unas breves constituciones. Protegieron esta iglesia y casa varios monarcas desde San Fernando basta nuestros dias, contribuyendo Enrique III para la erección de la capi lla mayor, y Felipe II para la construcción del coro, que es obra notable de Herrera. Además de las buenas pinturas y esculturas que adornan los altares de este templo, era digno de visitarse por estar en él los restos del rey don Pedro de Castilla que su nieta doña Cons tanza hizo trasladar en 1444 desde la Puebla de Alco cer. Las cenizas de este rey estaban antes colocadas en un sepulcro suntuoso; peni fueron exhumadas duran te la guerra de la independencia, y se colocaron en la Sala (leí Capítulo. En él subsiste también la pila en que fue bautizado Santo Domingo , y entre otros persona jes notables allí enterrados se cuentan don Juan, hijo del rey don Pedro; la infanta doña Berenguela, la in fanta doña Constanza y la priora de este mismo'nombre nieta de este monarca.

VENTA EN SUBASTA DE LOS CABALLOS DF. LAS REALES CABALLERIZAS. La dirección del que fue real patrimonio, ha proce dido á la venta de los caballos existentes en las caballe rizas de palacio, á fin de evitar los gastos crecidos que ocasionaba su alimento y cuidado , y ha celebrado va rias subastas con este objéto, previo el anuncio oficial y condiciones de los licítadores. Nuestro grabado re presenta una de esas subastas verificadas con bastante animación en uno de los departamentas de dicha de pendencia de palacio, en donde se han realizado bue nas ventas de excelentes caballos, produciendo una suma de alguna consideración y evitando los enormes gastos que diariamente y sin provecho ocasionaban.

(1491). LA ULTIMA NOCHE DE DICIEMBRE. COLON. Nos admiramos de la magnitud de nuestro globo, de ese océano mugidor que por todas partes lo cerca y baña, de sus islas innumerables, sus volcanes y su in fatigable movimiento desde el primer día de ¡a crea ción ; mientras acostumbramos mirar ligeramente y de pasada otros mundos mayores y mas portentosos: el corazón y la inteligencia del hombre. Desde los pri mitivos pastores caldeos hasta los árabes de Sennaar, y desde estos sabios árabes basta los modernos astróno mos europeos, la cosmografía en su incesante desarro llo ha calculado la forma y posición de nuestro planeta en el espacio, sus movimientos, los seres tan diversos que lo pueblan , y no va quedando lugar alguno sobre los hielos del polo, ó bajo los fuegos del ecuador en donde los exploradores no fijen su mirada, su baróme tro y su compás. Se encuentra nuevo camino para la India; América muestra su seno henchido de tesoros; Husia extiende su imperio por las dilatadas llanuras hiperbóreas, todo un mundo oceánico brota de las aguas ante las proas españolas, inglesas y holandesas... Entre tanto, la filosofía pasa siglos y siglos meditando sobre el hombre, que es su eterno problema , su estu dio, su desesperación y su gloria. La chispa celestial, el soplo divino que nos alienta ha sufrido el escalpelo de cíen y cíen sistemas, las ojeadas investigadoras de millones de filósofos, místicos y moralistas ; con la mitad de este trabajo colosal se hubiera escudriñado desde la vía láctea hasta las en trañas de la tierra; el alma humana permanece, sin em bargo, intacta casi, casi desconocida y presenlando á todos como la antigua esfinge su pavoroso problema. Y á< medida que la sociedad se aleja de su sencillez pri mera, va también el alma humana haciéndose mas va ria, rica y complexa, como una lira á que sucesiva mente fueran anadiándose nuevas cuerdas y nuevas armonías; asi su estudio y conocimiento son cada vez

mas lardos y difíciles. ¡Oh espíritu divino, llama siem^ pre ardiente, alma inmortal! ¿Qué naturaleza es la tuya tan robusta y atrevida, que en un hombre mismo y en una misma 'hora puedes sin morir arrastrarte por el polvo y volar y perderte en lo mas alto de los cielos? ¿Hay nada tan "fecundo como el monólogo de. un alma pensadora, ni que tenga alas tan rápidas como la me ditación? Terminaba el diciembre de 1491 y era ya por filo me dia noche. En una celda de Santa María de la Rábida, velaba un hombre inmóvil y silencioso ; aunque tenia blanca su cabeza y habitaba en un monasterio, no era monge, ni anciano todavía. Su vestido revelaba pobre za y su frente, la soberanía del genio. A no ser por la vaga expresión de sus ojos azules , se hubiera creído que dormía en su ancho sillón de baqueta ; nunca ha bía estado mas despierto: cerró el libro que hacia lar go rato miraba sin leer, fijó ambos codos sobre la mesa y la frente entre las manos y volvió á quedarse inmó vil. A su lado ardia una lámpara y de la pared frontera colgaba un Cristo grande, que parecía mirarle triste mente. Fuera sonaba á intervalos el murmullo piadoso de los monees que rezaban en el coro y la palpitación solemne del mar sobre las playas vecinas. El que velaba tenia por apellido Columbus y para la multitud pasaba por loco. Hoy le llamamos Colon y le respetamos á par de los mayores genios. El tiempo nunca pasa en vano; pero entonces no había llegado la hora del triunfo, sino la de la prueba, y esta prueba era terribl». Colon se hallaba inclinado como najo el peso de su gigantesca ¡dea, con la mirada vuelta al in terior, escuchando con recogimiento el extraordinario rumor de varias voces que sentía resonar en las pro fundidades de su conciencia, cual si dentro de su mis mo seno habitaran diferentes y contrarios espíritus, lino de ellos habló mas alto ; por lo menos Colon creyó escucharlo y el sudor se deslizó por su pálida frente como gotas de sangre sobre la fría hoja de una espada. El espíritu decía : ■— «¡Un año! ¡Es diciembre y es la noche última! Oye .- acaba de sonar la campana : un año más ha pa sado y ya no eres jóven : tus dias se van, tú mismo te vas y tus esperanzas contigo. ¡Insensalo! Acaban los cielos de dar un giro entero sobre tu cabeza, has visto la sublimidad de otro invierno, la gracia de otra pri mavera, el fuego de otro estio, la melancolía de otro otoño... ¿qué has hecho de tantos dias? ¿Nada te ense ñaron? ¿Prosigues tú, pobre genio extraviado, destro zando tus alas en perseguir quimeras? «¡Descubrir un mundo, ensanchar este planeta! Oye me, desgraciado, yo soy tu razón: tu razón que te gri ta y procura salvarle. Mira: los dos reyes mas grandes de Europa, los reyes de España, hacen un llamamien to á todo su poder: ¡cuántos capitanes, caballeros y soldados! ¡que torrentes de oro! ¡cuánto saber y pru dencia en el consejo, cuánta osadía en la ejecución! ¡cuánto trabajo , tiempo y sangre ! Pues todo ; bien lo sabes, se dirige, á conquistar un pedazo de tierra. Y tú sueñas con hemisferios enteros! Y aunque estos deli rios fuesen verdad, ¡con qué podrías realizarla tú, qué debes á la caridad la celda que habitas, el pan que co mes y basta el vestido que llevas. «Créeme, Colon, y abre los ojos. No eres tú sólo. Muchos peregrinos eternos vagan por el campo sin fin de las esperanzas imposibles. Piensan convertir los metales en oro, curar toda enfermedad , surcar el vien to como las aves... La sociedad se mofa de estos deli rantes soñadores. Te mofarías tú también, á no ser uno de ellos. Al atravesar las calles ¿nunca has observado que basta los niños' te señalan con el dedo? Es que tu juicio se extravía y hasta los niños lo conocen. qué! ¿tú sólo verás claro y todos los hombres estarán ciegos? Si algunos fingen darte crédito, es únicamente por com pasión, por esa lástima desdeñosa que inspira la locura. No pudiendo desengañarte , aparentan creer tus deli rios. ¿Será tu existencia un sueño continuo basta que te venga á despertar la muerte? »Y ese despertar será horrible. Oyeme. La muerte suele traer consigo el pálido resplandor de lo infinito. Cuando se acerca á tocarnos con su dedo, las sombras huyen y se ve claro. La misma locura retrocede espan tada. Nuestros dias ya pasados se vuelven de frente y nos miran; pero nunca podemos detenerlos. ¡Qué re mordimiento será el tuyo en esa hora, infeliz profana dor de una grandiosa inteligencia! El Señor dijo al pri mer fratricida: «Cain ¿qué has hecho de tu hermano?)! Y Cain sintió hielo y temblor en lo mas profundo de sus entrañas y en la médula de sus huesos. Pues ma yor espanto sentirás tú cuando ese mismo Dios te diga: «Te he formado con amor y predilección enlre los de más hombres: te he dado por compañero un espíritu sublime: ¿qué has hecho de ese celestial hermano?» Y tú responderás: «Señor, lo he cultivado con el estudio, lo he extraviado y lo he asesinado.» ¡Nacer para admi rar á los hombres, dejándoles perpetua memoria; y servirles de mofa y pasar entre el polvo como una hoja seca! Está bien: desprecia tu razón y sigue con tu sueño! «Mira. La Providencia le llama y tú ñola oyes. Tu esposa, la tierna hija de Palestrello, ha muerto. Aque-

Ha señora de Córdoba, tan bella y tan amante, ha muer to también. Tus lazos se desatan. Sé religioso. No tie nes que buscar un claustro:- estás en él: tu amigo Marcnena acogerá tus votos con los brazos abiertos. Eres sabio y puedes ser santo. Sólo depende de tu vo luntad. (Se conlinwrá.) Narciso Campillo. EL MONT-BLANC. ¡Héme al fin en la cumbre soberana!... . Nieves intactas... soledad do quiera... ¡Pavorosa quietud! La audacia humana sólo á turbar su imperio se atreviera. Aquí enmudece hasta la voz del viento... Inmenso mar parece el horizonte... I nica playa el alto firmamento... Anclada nave el solitario Monte. ¡Nada en torno de mí! Todo á mis plantas. Oscuros bosques, relucientes ríos, lagos, campiñas, páramos, gargantas... ¡Europa entera yace á los pies mios! Allí de Italia el cielo trasparente... Mas allá la Alemania nebulosa... Francia allí desplegada al Occidonte... Y en torno la Suiza montañosa. Pobres aldeas, régias capitales, de oscuro monasterio la alta torre , chozas, templos, alcázares feudales... ¡Todo á la vez la vista lo recorre! ¡Ycuán pequeña la terrestre vida... cuan hondo y lejos el humano imperio se vé desde estos hielos donde anida el Monle-Jtlanco, el rey del hemisferio! De aquí tiende su cetro sobre el mundo el Danubio opulento, el Po anchuroso, el luengo Hhin y el Ródano profundo hijos son de los hijos del coloso. Debajo de él los Alpes se eslabonan como escabeles de su trono inmenso: debajo de él las nubes se amontonan cual humo leve de quemado incienso. ¡Sobre él... el cielo nada más!... La tarde lo envidia al verlo de fulgor ceñido... Llega la noche, y aun su frente arde con reflejos de un sol por siempre hundido. Allá turnan con raudo movimiento una y otra estación... Él permanece mudo, inmóvil, estéril. Monumento de la implacable eternidad parece. Ante él quiebra sus rayos el Estío; detiénese a su pie la Primavera, y al fin trascurren , y el coloso frío adusto guarda su actitud severa. Ni el oso atroz ni el traiciouero lobo huellan jamás sus eicelsitud nevada... Huérfano vive del calor del globo... ¡En él principia el reino de la Nadal Por eso, en medio de su horror profundo, ufano aquí mi corazón palpita... ¡Aquí... sólo con Dios... ¡fuera del mundo! ¡sólo, bajo la bóveda infinita! ¡Y cuan suave, deleitosa calma brinda á mi pecho esta región inerte!... Asi concibe fatigada el alma el tardo bien de la benigna muerte. ¡Morir aquí! De los poblados valles no retornar á la angustiosa vida... no escuchar más los lastimeros aves de la cuitada humanidad caída... Desparecer, huyendo de la tierra desde esta cima que se acerca al cielo... por siempre desertar de aquella guerra, de eterna libertad (elidiendo el vuelo... Tal ansia acude al corazón llagado al mirarle ¡oh Mont-fílancl erguir la frente sobre un mísero mundo atribulado por el cierzo y el rayo y el torrente. ¡Tú nada temes! de tu imperio yerto sido Dios es señor, fuerza y medida... ¡Como el ancho Océano y el desierto, tú vives sólo de tu propia vida!