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EL NIÑO DE NIEVE

mucho estrépito de pasos,
y por fin dos ó tres golpes
en el postigo inmediato
y la voz:—Abre, si quieres,
soy Yusuf: á tal ensalmo
abrió Ned-Yuma diciendo
con cierto desdén amargo:
—A todas las horas puede
entrar en su casa el amo.
Sentose Yusuf muy cerca
de Ned-Yuma en un escaño,
y entre mujer y marido
esta plática entablaron:
—¿Llegastes hoy?
—Llego ahora.
—¿Bien?
 —¡Mal!
—¿Pues qué te ha pasado?
—Lo que les pasa á los viejos;
por un placer diez quebrantos.
—¿Y vienes solo? (Ned-Yuma
dijo estas frases temblando.)
—¡Solo!
—¿Qué hiciste del niño?
—Dichas que forja el acaso

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