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Y ANTI-MAQUIAVELO

ella. Le servirá de bandera en todas sus revoluciones el recuerdo de sus antiguos fueros y el grito de la libertad, que no se borra con el trascurso del tiempo ni por recientes beneficios: de manera que, por mas precauciones que se tomen, no dividiendo o dispersando a los habitantes, nunca se desarraigará de su corazon, ni soltará su memoria el nombre de libertad, y la inclinacion a sus antiguas instituciones; estando por lo mismo prontos todos a reunirse para recobrarla con la mas lijera ocasion. Buen ejemplo de esto nos presenta Pisa, después de haber vivido tantos años bajo el yugo de los Florentinos.

Pero cuando las ciudades o las provincias están acostumbradas a vivir sujetas a un príncipe, cuya dinastía se halla estinguido, como ya se hallan acostumbradas a la obediencia, y por otra parte privadas de su soberano lejítimo, no son capaces de avenirse para elejir otro nuevo, ni tienen disposicion para llegar a proclamarse libres; siendo, por consiguiente, mas lentas y remisas en tomar las armas, y presentando al príncipe nuevo mas medios de granjearse su amor, al paso que afianza la posesion del territorio.

En las repúblicas es, por el contrario, mas fuerte y activo el aborrecimiento, y mas vivo el deseo de venganza; y la memoria de su libertad antigua no les deja ni puede dejar un solo momento tranquilo, de suerte que los medios mas seguros de conservarlas son, o destruirlas, o fijar en ellas su residencia.


Exámen.

Uno de los medios que Maquiavelo propone para conservar la conquista de un pais acostumbrado al sistema liberal, es destruirlo. El remedio no puede ser mas eficaz para evitar revoluciones. Un ingles sano y robusto, que cometió la locura de suicidarse en Lóndres hace algunos años, dejó un papel escrito sobre su bufete, en el que trataba de justificar su atentado, declarando que se había quitado la vida para no caer nunca enfermo. He ahí el caso de un príncipe que arruina a sus estados por temor de perderlos.

Argüir a Maquiavelo con razones de humanidad, sería profanar la virtud. Es preciso combatirle con sus propias armas; con ese mismo interés, Dios de la política y del crimen, que es el alma de su libro.

Sí, pues, Maquiavelo asegura que el príncipe que conquista un pais libre debe destruirlo para poseerlo con mayor seguridad, yo le preguntaría ¿con qué fin emprendió su conquista? Sin duda con el fin de engrandecerse; y en este caso, facil es demostrar que, siguiendo las máximas de Maquiavelo, hace el príncipe lo contrario de lo que desea; porque los grandes sacrificios y gastos materiales que toda guerra ocasiona, solo puede compensarlos el valor de la conquista misma, y mal podría indemnizar al conquistador un pais arruinado. Ni ¿cómo ha de ser temible el soberano de un estado sin poblacion y sin riquezas? Yo creo que el príncipe que poseyese los vastos desiertos de Barca y de la Lybia, no causaría envidia ni temor a las demas naciones; porque un millon de panteras, de leones y de cocodrilos, no vale tanto como un millon de subditos, de ciudades ricas, de puertos navegables y atestados de buques, de ciudadanos industriosos, de valientes tropas, y de todo cuanto constituye un pais bien rejido.

Es una verdad reconocida que la fuerza de un estado no estriba en la estension de su territorio, sinó en el número de sus habitantes. Compárese la Holanda con la Rusia. La primera se compone de islas pantanosas y estériles que se alzan del seno del Océano, formando una pequeña republica de 48 leguas de lonjitud por 40 de latitud; pero en este cuerpo tan pequeño hay un nervio, una vida que sorprende. Un pueblo inmenso lo habita; pueblo industrioso, rico y fuerte, que sacudió el yugo de la dominacion española cuando la