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EL PRINCIPE

todas las enfermedades ni a todos los temperamentos, del mismo modo la ciencia política no puede prescribir reglas jenerales que sean aplicables a todas las formas de gobierno.

Esta reflexion me lleva a examinar la opinion de Maquiavelo sobre las tropas estranjeras y mercenarias. El autor niega que estas tropas sean útiles a la conservacion de los Estados, apoyándose en varios ejemplos para probar que siempre han causado mas perjuicio que utilidad a las naciones en que han servido.

Es cierto, como lo ha demostrado la esperiencia, que las mejores tropas de un Estado son las nacionales. La valerosa resistencia de Leonidas en las Termópilas, y sobre todo, los rápidos progresos de los Arabes y de los Romanos, son ejemplos que prueban lo que vale el soldado cuando le anima el espíritu de nacionalidad.

La máxima de Maquiavelo podrá, pues, convenir a todo pais bien poblado que produzca suficiente número de tropas para su defensa. Estoy persuadido, como el autor, que los soldados mercenarios no sirven con zelo ni entusiasmo; mientras que los nacionales se animan unos a otros por emulacion y patriotismo. Es además muy peligroso permitir que un pueblo se consuma en la inaccion y en la molicie, cuando sus vecinos cuidan de conservarse aguerridos en los campos de batalla. Mas de una vez se ha observado que cuando un pueblo sale de una guerra civil, es superior en fuerza y en virtudes a sus vecinos; porque en las guerras civiles todos son soldados: el mérito halla ocasiones de distinguirse sin la ayuda del favoritismo: los talentos se desarrollan, y los ciudadanos se acostumbran a obrar con sagacidad y valor.

Hay casos, sin embargo, qne están esceptuados de esta regla. Si una nacion, amenazada de guerra, no tiene poblacion suficiente para formar ejércitos capazes de hacer frente al enemigo, se verá obligada a servirse de soldados mercenarios para suplir esta falta. En casos semejantes, un hábil estadista sabe allanar las principales dificultades, que tanto preocupan a Maquiavelo. Dispondrá, por ejemplo, que los estranjeros se hallen mezclados y confundidos con los patriotas, a fin de impedir que formen pandilla aparte; les impondrá la misma disciplina y las mismas condiciones de honor y fidelidad, y cuidará sobre todo que no sean mas numerosos los soldados mercenarios que los nacionales. Ejércitos hay en Europa compuestos de este modo, que no son por eso me nos formidables.

Por otra parte, si se consideran escrupulosamente, los ejércitos europeos están compuestos en su mayor parte de mercenarios; porque, tanto los que cultivan la tierra, como los que habitan holgadamente en las ciudades, quieren mejor pagar un sustituto que ir a la guerra. Así es que los soldados son en jeneral la hez de los pueblos; holgazanes que prefieren la ociosidad al trabajo, o jente licenciosa que cree hallar la impunidad de sus vicios en las filas de la milicia, o cuando mas, jóvenes díscolos que se alistan sin consentimiento de sus padres. Ninguno de ellos tiene mas amor a su rey que el soldado estranjero.

¡Cuán diferentes son estas tropas de aquellos Romanos que conquistaron el mundo! Las deserciones, tan frecuentes hoy dia en los ejércitos europeos, eran desconocidas entre los soldados romanos. Aquellos hombres peleaban por amor de sus familias, por sus dioses Penates, por el pueblo de Roma, por todo lo mas querido de sus corazones, y no pensaban siquiera en hacer traicion a tantos intereses reunidos, desertando cobardemente del puesto del honor.

Lo que contribuye en gran manera a mantener la paz entre los grandes soberanos de Europa es que sus ejércitos están compuestos, poco mas o menos, del modo que dejo dicho; así es que, en este respecto, no se llevan ventaja unos a otros. En Suecia es únicamente donde los soldados son ciudadanos y la-