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EL PRINCIPE

griegos y romanos alaban con mucha razon a Filopemen, príncipe de los Aqueos, por su aplicacion suma al estudio del arte militar durante la paz. En sus viajes se detenía muchas vezes con sus amigos, y les preguntaba cual de dos ejércitos tendría superioridad si el uno estuviese colocado sobre tal altura y ocupara el otro tal lugar; como aquel que suponía estar a su mando podría acercarse al contrario y presentarle batalla; como debería conducirse para hacer su retirada, o para dar caza al enemigo en caso que él se retirase. Proponíales del mismo modo todos los lances que pueden ocurrir en la guerra, escuchaba su dictámen con atencion, y por último daba el suyo fundándole. Así rara vez le sucedia ser sorprendido por sucesos imprevistos.

En cuanto a la parte del arte militar que se aprende en el gabinete, debe el príncipe leer la historia, poniendo particular atencion en las hazañas de los grandes capitanes, y examinando bien las causas de sus victorias y de sus derrotas; sobre todo conviene seguir el ejemplo de varios hombres célebres que se propusieron imitar algun modelo de la antigüedad y seguir sus huellas. Alejandro el Grande se inmortalizó procurando imitar a Aquiles; César imitando al mismo Alejandro; y Scipion a Ciro. De manera que, si nos tomamos el trabajo de confrontar la vida de Scipion, y la de Ciro escrita por Jenofonte, veremos que el romano fue jeneroso, afable, humano y continente, como su modelo.

Estas son las ocupaciones mas dignas de un príncipe sabio en tiempo de paz, a fin de que, si la fortuna se muda, pueda ponerse a cubierto de sus golpes.


Exámen.

El príncipe que solo se dedica a estudiar el arte de la guerra, no cumple su mision sinó a medias, porque tiene otros deberes que llenar distintos de los de soldado. He dicho en el primer capítulo de esta obra que los príncipes son a la vez majistrados y jenerales, no como los pinta Maquiavelo, semejantes a los dioses de Homero, que eran poderosos y fuertes, pero no justos y equitativos. Francisco Sforza, en cuyo ejemplo se apoya el autor, tenía razon en ser esclusivamente hombre de guerra, porque era un usurpador.

Las razones que mueven a Maquiavelo a recomendar a los príncipes el ejercicio de la caza me parecen débiles y fútiles en estremo. El autor cree que por este medio aprenderán los príncipes a conocer la situacion topográfica del territorio que gobiernan; y yo creo que, si el rey de Francia o el soberano de un gran imperio se propusiese adquirir de esta manera un conocimiento exacto de sus estados, necesitaría recorrerlos con la misma constancia con que la tierra jira al rededor del sol.

El lector me permitirá que descienda a examinar esta materia mas detalladamente, pues, aunque sea digresion, toda vez que el placer de la caza es la pasion dominante de los reyes, nobles y grandes señores, sobre todo en Alemania, no creo que serán ociosas algunas reflexiones sobre este punto.

La caza es un placer sensual que desarrolla el cuerpo y embrutece la intelijencia. Sns apasionados me dirán que es el placer mas noble y antiguo de cuantos han conocido los hombres, y que muchos héroes de la antigüedad fueron cazadores. Esto podrá ser muy bien; yo no condeno el uso, sinó el abuso. Hoy dia la caza es una diversion que dura algunas horas; pero antiguamente y sobre todo, en tiempos del feudalismo, era una ocupacion diaria y seria. Nuestros antepasados no sabían en que ocuparse; y por eso distraían su ociosidad persiguiendo a las fieras en los bosques, no teniendo la capazidad ni la cultura necesaria para pasar el tiempo en buena sociedad. Yo pregunto sin