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DE MAQUIAVELO

de la infinidad de críticas y de apolojías, de acusaciones y de elojios que se han prodigado en todos los idiomas a Maquiavelo; limitándonos a presentar un juicio difícil de refutar. Este juicio es del mismo secretario florentino: después de concluir su tratado del Príncipe, escribía a su amigo Francisco Vettori una carta, que se encuentra en la biblioteca Barberini de Roma, y que trasladamos íntegra a continuacion, copiada del mismo manuscrito orijinal, porque, valiéndonos de la frase de Buffon, la carta es Maquiavelo mismo: «Magnífico señor: las gracias divinas no fueron jamás tardias [1]. Digo esto, porque me parecía estar, sinó olvidado, al menos, apartado de vuestra amistad. Mucho tiempo habeis guardado silencio, y he procurado adivinar la causa, sin poderla encontrar en las razones que se me ofrecían; solamente imajinaba que los deseos de escribirme habían desaparecido de vos, sin duda porque no me creíais fiel depositario de vuestras cartas, que solo han visto con mi consentimiento Felipe y Pedro. Vuestra carta del 23 me ha consolado, y estoy lleno de placer viendo con que órden y con que calma ejerceis vuestra dignidad. Yo os ruego continueis así, porque el abandonar sus placeres por los ajenos, pierde los suyos sin disfrutar nada con los de otros, y puesto que la fortuna quiere hacerlo todo, debe dejársela obrar tranquilamente y sin fatigarla, esperando solamente el dia en que deje algo que hacer a los hombres. Entonces tendreis mas cuidados, tendreis que dedicaros a los negocios, y yo saldré de mi retiro para deciros: ¿quereis mis servicios? Yo no puedo, sin embargo, deciros en esta carta sinó cual es mi vida, y si juzgais que puede cambiarse con la vuestra, estaré contento con ella. Yo me estoy en este retiro, desde los últimos acontecimientos, habiéndolo abandonado solamente para ir a Florencia el 20 de junio. Me levanto con el dia, visito mis gallinas, y después me marcho con mis libros bajo el brazo, semejando a Geta [2] cuando vuelve con los libros de Amfitrion. Me voy a un bosque que he comprado, y paso las horas con los trabajadores, que siempre tienen pendiente alguna disputa, bien entre ellos, bien con los vecinos. Mucho podría deciros sobre este bosque, pues me han sucedido sobre él mil cosas con Frosino de Panzano y con otros que lo querían. Frosino, por ejemplo, me ha cojido una porcion de madera, sin decirme una palabra, para el pago, segun dice, de diez libras que le debo y que me ganó en casa de Antonio Guicciardini jugando a la cricca [3]. Comenzé a darme al diablo, y quise acusar de ladron al pilluelo que me había mandado; pero Juan Maquiavelo ha mediado, y nos ha puesto en paz. Mientras soplaba esta tramontana Bautista Guicciardini, Felipe Ginori, Tomás del Bene y otros, me han pedido tambien su parte, de modo que llegará dia en que tenga que decir Ya no tengo bosque. Cuando salgo de él, me dirijo a la fuente con el libro que llevo, que suele ser el Dante, Petrarca o alguno de los mas célebres poetas; leo sus amores y sus apasionadas ternuras, recuerdo los mios, y me complazco algun tiempo con los pensamientos que me sujieren. Vuelvo en seguida al pueblo, y me voy á la posada, donde hablo con todos, y les pido noticias de su pais; oigo diferentes cosas, y encuentro diferentes gustos y diversas imajinaciones. Cuando llega la hora de comer lo hago con mi brigada, segun mi pobre campo

  1. Petrarca: Triunfo de la Divinidad, verso 13.
     Ma tarde non fur mal gracie divine.
  2. Personaje de una comedia de Terencio.
  3. Juego de naipes parecido a la treinta y una española.