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Y ANTI-MAQUIAVELO.

respondido a sus palabras, mas de una vez hubiera perdido su reputacion y sus estados.


Exámen.

Maquiavelo se atreve a asegurar en este capítulo que los príncipes pueden engañar al mundo si saben disimular: por esta incalificable proposicion debo empezar a combatirle.

Todos conocemos hasta donde alcanza la curiosidad pública. El público es un monstruo que todo lo vé, todo lo oye y todo lo divulga. Cuando su curiosidad se dedica a escudriñar la conducta de los particulares, no lleva mas objeto que el de entretener a los ociosos; pero cuando examina el carácter de los príncipes, es porque su propio interes le mueve a ello. Así es que los príncipes estan mas espuestos que los demas hombres al exámen y a la censura del mundo. Son como los astros, que sirven de blanco al ojo del astrónomo observador. Un jesto, una sola mirada puede hacerles traicion; los cortesanos hacen diariamente sus comentarios; el pueblo forma sus conjeturas, y de ellas depende con frecuencia el mayor o menor afecto que le demuestran sus súbditos. En suma, es tan imposible que el príncipe pueda ocultar sus defectos a los ojos del pueblo como que pueda el Sol ocultar a los ojos del astrónomo las manchas que se observan en su disco.

Pero, aun cuando la máscara del disimulo bastase a encubrir por algun tiempo la deformidad natural de un príncipe, llegaría un dia, un momento, en que se descubriese, siquiera para respirar; y este solo momento bastaría para satisfacer a los curiosos. En vano trataría de volver a disimular con discursos artificiosamente estudiados; la opinion pública no juzga a los hombres por sus palabras, sinó que compara sus palabras con sus acciones, y sus acciones unas con otras; y nada podrán contra este examen escrupuloso y severo la falsedad ni el disimulo. Nadie sabe representar con propiedad un carácter que no sea el propio. Sixto V, Felipe II y Cromwell tuvieron reputacion de hipócritas y emprendedores, pero no de virtuosos.

Las razones que aduce Maquiavelo para aconsejar a los príncipes que obren con hipocresía y mala fe, no son mas sólidas que las que ha empleado anteriormente. La aplicacion injeniosa, pero falsa, de la fábula del Centauro nunca sería concluyente; porque de que un Centauro tenga medio cuerpo de hombre y medio de caballo, no se sigue que los príncipes deban ser astutos y ferozes. Mucho interes debía tener Maquiavelo en dogmatizar el crimen cuando traía de tan lejos sus argumentos. Otra conclusion aun mas estraña es cuando dice que el príncipe debe reunir las cualidades del leon y del zorro, y por consiguiente, que el príncipe no está obligado a cumplir su palabra. Confieso que este modo de argumentar es superior a mis alcanzes.

Si fuera posible cambiar el sentido de las palabras de Maquiavelo, con objeto de dar a sus ideas un viso de probidad que estan lejos de tener, podríamos interpretarlas del modo siguiente: El mundo es como una mesa de juego donde hay jugadores de buena fe y jugadores tramposos; conviene, pues, que el príncipe sepa como se hacen las trampas, no para que las ponga en práctica, sino para poderlas conocer cuando otros quieran engañarle. Pero volvamos a los raciocinios del autor.

Otra de las razones que alega en prueba de que el príncipe no está obligado a cumplir su palabra, es que ningun hombre es fiel a la suya, porque todos son perversos y desleales. Mas adelante se contradice asegurando que el hombre astuto hallará siempre hombres sencillos que se dejarán engañar. De modo que no sabemos a que atenernos.