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Y ANTI-MAQUIAVELO.

que las necesidades de su pueblo lo exijan imperiosamente, debe conducirse como hombre de bien, avisando con tiempo a sus aliados y esponiendo públicamente las razones que justifiquen su conducta.

No quiero concluir este capítulo sin hacer observar al lector la fecundidad con que se propagan los vicios en el sistema de Maquiavelo. El autor quiere que el rey incrédulo sea hipócrita al mismo tiempo, porque cree que su finjida devocion podrá servir de escusa a su crueldad. No faltan jentes que opinen de la misma manera; yo creo por el contrario que los hombres perdonan facilmente los errores que nacen del estravío de la razon, siempre que no influyan en las obras del soberano; y no habrá pueblo que no prefiera un príncipe esceptico, pero hombre de bien y equitativo, a un príncipe ortodoxo, cruel y tirano. Las obras, no las ideas, del monarca son las que labran la felizidad de las naciones.


CAPITULO XIX

Qué el príncipe ha de evitar que se le menosprecie y aborrezca.

He tratado con separacion de las cualidades principales que deben adornar a un principe; y ahora, para abreviar, comprenderé todas las demas bajo un título general, diciendo que este debe guardarse cuidadosamente de todo aquello que pudiere hacerle aborrecido o menospreciado. Aunque tenga cualquier otra tacha, no arriesgará por eso su autoridad, ni dejará de haber cumplido con su deber.

Nada en mi opinion hace tan odioso a un príncipe, como, la violacion del derecho de propiedad, y el poco miramiento que tuviere al honor de las mujeres de sus súbditos, los cuales, fuera de esto, estarán siempre contentos con él, y no le dejarán otro tropiezo que el de las pretensiones de un corto número de ambiciosos, que se cortan con facilidad.

Un príncipe es menospreciado cuando se acredita de inconstante, de lijero, pusilánime, irresoluto y afeminado [1]; defectos de que deberá guardarse como de otros tantos escollos, esforzándose siempre en manifestar grandeza de ánimo, gravedad, valor y enerjía en todas sus palabras y acciones. Sus juicios en los negocios de particulares deben ser definitivos e irrevocables, para que nadie pueda jactarse de que le hará mudar de parecer o engañarle. De este modo se granjeará la estimacion y aprecio de los súbditos, y evitará los golpes que se intenten dar a su autoridad. Tambien tendrá menos miedo del enemigo esterior, el cual no vendría de buena voluntad a acometer a un príncipe que se hallara respetado de sus vasallos. Los que gobiernan tienen siempre dos especies de enemigos: unos esteriores, y otros interiores. Rechazará a los primeros con buenos amigos y buenas tropas; y en cuanto a los otros, ¿quién ignora que siempre hay amigos teniendo buenos soldados? Por otra parte, es cabido quería paz interior no se turba sino por medio de conspiraciones, las cuales no son peligrosas sinó cuando están sostenidas y fomentadas por los estranjeros; y estos no se atreven a escitarlas, cuando sabe el príncipe acomodarse a las reglas que llevo indicadas, y sigue el ejemplo de Nabis, tirano de Esparta.

Por lo que toca a los súbditos, hallándose el príncipe sin cuidado por fuera, solamente tiene que temer las conjuraciones secretas, que desconcertará

  1. Vitelio era tenido en poco, aunque le temían, porque súbitamente pasaba de las ofensas a los halagos.»