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Y ANTI-MAQUIAVELO.

Pereció luego a manos de un centurion; venganza corta para reparo de tanta sangre como habia hecho derramar en Roma y en Alejandría, donde a ninguno de sus habitantes dejaron de alcanzar los efectos de su crueldad.

Obsérvese aquí que los príncipes estan espuestos a semejantes atentados, hallándose su vida pendiente de la resolucion de cualquiera que no tema morir; mas como estos por fortuna no han sido frecuentes, dan poco cuidado. Sin embargo, guárdese el príncipe de ofender gravemente a los que andan cerca de su persona; pues esta falta que cometió Antonino, manteniendo entre sus guardias un centurion a quien amenazaba con frecuencia después de haber dado ignominiosa muerte a un hermano suyo, le costó la vida.

A Cómodo bastábale para mantenerse en la posesion del imperio seguir las huellas de su padre, que se lo habia dejado; pero como era brutal, cruel y codicioso, muy pronto se trocó la disciplina que antes reinaba en el ejército en la licencia roas desenfrenada: además se granjeó el menosprecio de las tropas por el poco caso que hacia de su dignidad; llegando al estremo de no avergonzarse de lidiar brazo a brazo con los gladiadores en el anfiteatro. Así no tardó en ser victima de una conspiracion, movida por el odio y desprecio que habia provocado con sus bajezas, con su avaricia y ferozidad. Fáltame hablar de Maximino.

Habiéndose deshecho las lejiones de Alejandro por su escesiva afeminacion, pusieron en su lugar a Maximino, varon muy belicoso, pero que no tardó tampoco en hacerse aborrecible, y perder el imperio y la vida. Se hizo odioso y despreciable por dos motivos: el primero, la bajeza de su nacimiento, porque sabe todo el mundo que fue porquero en Tracia; y el segundo, la poca dilijencia que puso en pasar a Roma para tomar posesion del imperio, granjeándose entre tanto la opinion de hombre muy cruel por los castigos que dieron sus prefectos en la capital y en las provincias de orden suya; de modo que muy pronto llegó a hacerse por un lado tan vil y despreciable, y por otro tan universalmente aborrecido, que, primeramente el Africa, después el senado con el pueblo de Roma, y luego toda la Italia, se levantaron contra él, ayudando a unos y otros su propio ejército, que al fin, cansado de sus crueldades y de la larga duracion del sitio de Aquileya, le quitó la vida, sin temor de que hubiera quien la vengara.

No hablaré de Heliogábalo, de Macrino, ni de Juliano, que murieron, mas o menos pronto, cubiertos de oprobio; pero diré, por conclusion, que los principes de nuestro tiempo no necesitan usar de tanto miramiento con sus tropas, porque no forman como en Roma un cuerpo independiente, ni disfrutan de un poder absoluto en el estado. Las lejiones romanas, permaneciendo largo tiempo en las provincias, identificaban su interes con el del inmediato jefe que las mandaba, y a vezes contra el del jefe del gobierno, haciéndose árbitras de su suerte [1]; así era indispensable tenerlas contentas y contemplarlas. Ahora basta tratarlas con aprecio y de un modo regular; procurando antes ganarse el afecto del pueblo, que en nuestros estados modernos, esceptuando únicamente los de Turquía y Ejipto, es mas fuerte y poderoso que los soldados. Esceptúo al turco, porque necesita tener en pié un ejército de doce mil hombres de infantería y quince mil de caballería, del cual dependen la seguridad y la fuerza de su imperio; y como este soberano no hace el menor aprecio del pueblo, necesita absolutamente que aquella guardia se mantenga adicta a su persona. Lo mismo sucede con el soldan de Ejipto, cuyas tropas tienen, por decirlo así, el poder en la mano, y por consiguiente deben ser tratadas con mucho miramiento, y contempladas mas que el pueblo, de quien nada hay que

  1. Las lejiones de Alemania, admitidas en los ejércitos romanos se gloriaban de que podían disponer del imperio.