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Siente su sangre huir, y que comienza
La palidez pintarse en su semblante;
Tiembla al mirar: se acerca petulante
Con las abiertas fauces el Codillo;
Como suceder suele en un Estado
Que de un golpe feliz, el mas sencillo,
Su salvacion depende; un As de copas
Se opone valeroso; mas sus tropas
El invencible Rey acecha osado,
Y a su cautiva Reyna lamentaba,
Y en bravo vengador muestra su faz
Y cual Rey le da muerte al triste As.
El grito de la ninfa lega al cielo,
Y el eco lo repite en todo el suelo;
Pero ¡ó ciegos mortales,3 que del hado
Ignorais la fortuna!
Ya en la tierra yaceis, cual polvo hollado,
Ya os levantais al cerco de la luna.
Ese tan grande honor será perdido,
Y el victorioso dia maldecido.
 Pero; ¡ay! que la mesa coronada
Se mira ya con tazas y cucharas;
Las granas del café dani muestras claras
Que el molino en sus giros las oprime
Con estallante son; ya levantado
El altar del Japon en torno brilla;
Ya la plateada lámpara elevada
Con rayos ilumina; ya se humilla
El bullente licor, que raudo gime
Por la plateada boca resonando,
Con sus perfumes el salon llenando;
Y en la pintada china luego humea,
Que el gusto y el olfato azas recrea;
Y va y vuelve la taza, que, hechicera,