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ponernos nosotros, Gobierno!
los obreros
y
los pobres,
en
el
Benites sonreía con escepticismo. El apuntador, en cambio, oía con profunda unción al herrero. eso dijo Benites muy preocupado Eso es muy difícil. Los indios y los peones no pueden ser Gobierno. No saben ni leer. Son aún ig-
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norantes. Además hay dos cosas que no hay que olvidar: primero, que los obreros sin los intelecabogados, médicos, ingenieros, sacerdotuales no pueden hacer nada y no potes, profesores drán, no podrán, y no pyodrán nunca! Segundo, que los obreros, así entuviesen preparados para gobernar, tienen que ceder siempre los primeros puestos a los que ponen el capital, porque los obreros sólo ponen su trabajo. bien. ¡Pero entendámonos, señor Benites! ¡Ya les he dicho que Sí. De acuerdo. Estamos acordes en que
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—Muy
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— que. deben gobernar sólo — ¡No, no, no! ¡Espéreme
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los
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un instante! ¡Há-
el favor! Déjeme hablar. Vamos por orden: dice usted que los obreros no pueden hacer nada sin los abogados, profesores, médicos, sacerdotes, ingenieros. Bueno. Pero lo que pasa es que los curas, profesores, abogados y demás, son los primeros ladrones y explotadores del indio y del
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peón. Benites protestó: ¡No, señor! ¡No, señor!. decía el herrero enar¡Sí, señor! ¡Sí! decido. decía también con ímpe¡Sí! ¡Sí! ¡Si! Los médicos, los ingenieros y tu el apuntador todos esos que se las dan de señoritos inteligentes, son unos ladrones y esquilman a los indios añadió y los pobres. ¡Sí! ¡Sí¡ ¡Usted mismo
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