Página:El tungsteno.pdf/73

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

71

—Necesitamos, querido subprefecto, dos gendarmes.

—¿Para qué, hombre?... —respondió en broma y ya algo chispo, el viejo Luna—. ¿A quién van a echar bala?...

José alegó:

—Es para ir a ver a unos peones prófugos. ¡Qué quiere usted! La "Mining Society" nos obliga a poner en las minas cien peones de aquí a un mes. La oficina de Nueva York exige más tungsteno. Y los cholos que tenemos "socorridos", se resisten a cumplir sus contratos y a salir para Quivilca...

El subprefecto se puso serio, argumentando:

—Pero es el caso que yo no dispongo ahora de gendarmes. Los pocos que tengo, faltan para tomar a mis conscriptos. Yo también, como ustedes saben, estoy en apuros. El prefecto me obliga a enviarle para el primero del mes próximo, lo menos cinco conscriptos. ¡Y los cholos se han vuelto humo! ... No tengo sino dos en la cárcel. Precisamente ...— dijo, volviéndose a la puerta de su despacho, que daba sobre la plaza, y llamando en voz alta:

— ¡Anticona!...

— ¡Su señoría! — respondió un gendarme, apareciendo al instante, cuadrándose y saludando militarmente desde la puerta.

—¿Salieron los gendarmes por los conscriptos?

—Sí, su señoría.

—¿A qué hora?

—A .la una de mañana, su señoría.

—¿Cuántos han salido?

—El sargento y tres soldados, su señoría.

—¿Y cuántos gendarmes hay en el cuartel?

—Dos, su señoría.

—¿Ya ven ustedes? — dijo subprefecto,