Página:El tungsteno.pdf/99

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

97

—Yo no sé, pues, taita. Veinte o veinticuatro, quién sabe, taita.

—¿Cómo "no sé"? ¿Qué es eso de "no sé"? ¡Vamos! ¿Di, cuántos años tienes? ¡Habla! ¡Di la verdad!

—No lo sabe ni él mismo —dijo con piedad asqueado el doctor Riaño—. Son unos ignorantes. No insista usted, señor subprefecto.

—Bueno —continuó Luna, dirigiéndose a Yépez— ¿Estás inscrito en el Registro Militar?

El yanacón abrió más los ojos, tratando de comprender lo que le decía Luna, y respondió maquinalmente:

— Escriptu, pues, taita, en tus escritus.

El subprefecto renovó su pregunta, golpeando la voz:

—¡Animal! ¿No entiendes lo que te digo? Dime estás inscrito en el Registro Militar.

Entonces Servando Huanca intervino:

—¡Señores! —dijo el herrero con calma y energía— Este hombre (se refería a Yépez) es un pobre indígena ignorante. Ustedes están viéndolo. Es un analfabeto, inconsciente. Un desgraciado. Ignora cuántos años tiene. Ignora si está o no inscrito en el Registro Militar. Ignora todo, todo. ¿Cómo, pues, se le va a tomar como "enrolado", cuando nadie le ha dicho nunca que debía inscribirse, ni tiene noticia de nada, ni sabe lo que es registro ni servicio militar obligatorio, ni patria, ni Estado, ni Gobierno? . . .

—¡Silencio! — gritó colérico el juez Ortega, interrumpiendo a Huanca y poniéndose de pie violentamente— ¡Basta de tolerancias!

En ese momento, Braulio Conchucos estiró el cuerpo y tras de unas convulsiones y de un breve colapso súbitamente se quedó inmóvil en los brazos del gendarme. El doctor Riaño acu