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EN EL MAR AUSTRAL

y una moza se quieren y comen juntos una pata de centolla ó cómparten un huevo de avutarda, quedan casados.

Las yaghanes solteras, mientras no hayan gustado estos manjares con un hombre soltero viudo, són completamente libres y su conducta es irreprochable bajo cualquiér punto de vista que se la considere. El yaghán jóven y juicioso no se casará, no obstante, con muchacha jóven é inexperta: es de órden que elija una vieja, así como las muchachas eligen de preferencia á los viejos. La felicidad matrimoniál es hija de la experiencia. Según me explicó, la raza yaghán —que es, á estar á lo que dicen los misio-neros ingleses que la han estudiado, la agrupación más miserable de hombres que hay sobre la superficie de la tierra— fué en un tiempo muy numerosa, pero hoy á desapareciendo poco á poco, debido, ateniéndome á su opinión, á los robos de mujeres que en tiempo atrás le hacían los Alacalúf, quienes habían concluído cási las de su raza á fuerza de someterlas muy niñas al rudo trabajo de la pesca. Cuando se vieron sin mujeres, tuvieron gran desesperación y esos indios, que són malos y perversos como hijos del diablo, comenzaron á incursionar contra los yaghanes. No se venian francamente por Brecknock, que no podían franquear, sinó que traidoramente se metían por unos pasos que ellos sólos conocían y que quedaban, según los viejos, uno allá en él fondo de Bahia Desolación —talvéz el que nosotros habíamos seguido para venir á lo de Kasimerich— el otro á un costado de Yandagáía, en el Canál del Beagle.

¡Cuánto habían guerreado á causa de las mujeres, yaghanes y alacalúf!

Se habían dado batallas muy grandes y sangrientas y en los wigwams de ambos pueblos se recordaban todavía las heroicidades de los guerreros.

Las mujeres llevadas por los alacalúf, les hicieron cási