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EN EL MAR AUSTRÁL

barco al lado del cetáceo, se iza este por médio de los pescantes y comienza á beneficiarse, llenando los enormes estanques que lo esperan, con el aceite líquido y nauseabundo. Si vieras cómo es de súcio un buque ballenero en plena faena!.... No hay nada más repugnante: el olor infecto se toma á cinco millas de distancia contra el viento. No queda rincón en él que no chorree grasa podrida.

Y en la tarde, al entrar en la bahia de Ushuwáia, que se abre al pié del Monte Olivia, siendo una de las más vastas y más abrigadas de la costa austrál, con capacidad para contener en su seno todas las escuadras de América, vimos una veintena de cetáceos que se recreaban jugueteando y que hicieron prorrumpir á Smith en sus exclamaciones y lamentos.

No podía mirar impasible los montones de esterlinas que boyaban improductivos, ni, explicarse cómo los gobiernos de la Argentina desperdiciaban por ignorancia aquellos tesoros.

Desde nuestra salida de Punta Arenas, era Ushuwáia el primer punto poblado que encontrábamos y se imaginará el efecto que produjo sobre mi espíritu, eminentemente ciudadano, aquella pequeña agrupación de casitas blancas que yo contemplaba desde abordo.

El naciente pueblito, extendiéndose en suave declive sobre la playa, se perdía a lo léjos entre la selva fueguina, que bajaba cómo un manto verde desde las cumbres de las montañas, que se recortaban en el horizonte de una manera fantástica.

A mí me parecía que en sus calles, apenas esbozadas, encontraría algo de aquél Buenos Aires, mi cuna, que yo veía tán léjos pero tán bello.

Jamas es tán hermoso el terruño como cuando uno lo mira á la distancia.