ponsál que me vá á mandar una semilla de trigo de pais frio, de Groenlandia creo ó no sé de dónde,— que es una maravilla. Me pide que haga ensayos aquí y que después le mande los resultados, con certificado suyo.
— ¡Vaya, hombre!.... Al fin le vá á hacer Vd. un servicio á su pátria!.... Caramba!.... Ya era tiempo!.... Lo felicito!.... Bueno!.... Broma aparte —¿le dije que el tál bicho yá me habia comenzado á comer una maestra?
— ¡Si señor!
— ¡Ah! ¡Perfectamente!.... EntOnces, ya sabe, cuente conmigo y con la gobernación!.... Mallana mismo vamos á empezar!
— ¡No, señor!.... Si recién me anuncia que me vá á mandar la semilla....
— No importa.... mañana mismo comenzaremos á roturar tierra y á prepararla. Los bueyes están de haraganes y los aprovecharemos. ¿Y ustedes de dónde són?.... ¿De Punta Arenas?
— Si, señor gobernador.
— ¿Vienen á lobear quizás?.... Así es el chasco que se ván á llevar. Yá me está por llegar un vapor. No vá á quedar lobero sin que lo cuelgue de un palo!
— Así será señor —repuse yo— pero no somos loberos.
— ¿Serán quizás maestros de baile ó vendedores de almanaques?
— No, seor gobernador: nuestro barco es mercante.
— Sí, sí....! Yá sé; aquí todo el mundo es mercante.... ¿Vd. es el dueño?
— No señor, soy marinero.... de afición.
— ¿Es chileno?.... No parece....
— Soy argentino, señor.... y me he embarcado en este cútter para conocer la costa hasta Navarino.