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EN EL MAR AUSTRÁL

hacer nada. Apenas ha encontrado algunos machos chicuelos.

— No es extraño, —dijo Smith.— Las lobas en este tiempo recién están acabando la parición y como las crias están muy chicas todavía, no salen del agua. Ahora, sin embargo, es la verdadera época de la caza, porqué así no se destruyen las madres ni las crias chicas, pero también es la ménos productiva. A uno no le quedan para matar sinó los lobos solteros.

— Curioso bicho el lobo, ¿eh? —agregó Osear. Cada macho se hace su cuadrilla de lobas y las defiende de los solteros, que reunidos en manadas se ván á una roqueria solitaria y desde allí excursionan en busca de hembras. Qué batallas las que se empeñan y cómo les queda el cuero también. Cuando uno desuella machos, les halla las cicatrices y las peladuras que hacen disminuir el precio de la piél: es una cosa bárbara.

— La felpa de los machos es más tupida y mas sedosa, pero de cada cuero se aprovecha poco por los defectos: suelen estar los cueros hechos un harnero.

— Y después, —interrumpió Matías,-la matanza de estas cuadrillas de lobos solteros es la más peligrosa: parece que el solterismo los embravece y los pone como rabiosos.

— En las pesquerias del Mar de Bhering, —dijo La Avutarda,— lo único que se deja cazar cada año, són los solteros del anterior. Allí no se matan hembras ni crias chicas.

A la mañana siguiente levamos el áncla y con rumbo á Banner Cove en la Isla Picton, penetramos en el Mar Argentino, que, contra lo que esperaban mis compañeros, se presentaba sereno y apacible, haciendo rodar sus grandes ólas silenciosas, que ya vería yo, en su época, estrellarse