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EN EL MAR AUSTRÁL

rito y esa cara de zorro, quiere convencerme de que es ventajoso para mí darle el cincuenta por ciento de una expedición de caza, pesca y lavado de oro que voy á hacer!... En cambio, ofrece hacerme abrir en plaza un crédito de cien pesos y no contento todavía, me exije, para que el negocio sea negocio, que le garanta el préstamo con el cútter que tengo fondeado ahí... en esa caleta, de la derecha!

Don Cayetano oyó impasible esta tirada y ni parpadeó siquiera, limitándose á hundirse hasta el cogote su ridículo sombrerito, cuando se apercibió de que era motivo de broma para su contrincante.

Como yo continuara en silencio, el inglés se sacó la pipa de la boca, escupió con toda parsimonia, la colocó cuidadosamente sobre la mesa y fijando luego una mirada en el prestamista dijo:

— Mire Don Cayetano ó Don Júdas ó el diablo. yo no sirvo para juguete suyo ni de El Gorro de doña Catalina, que es otro que tál.... y le prevengo que no quiero hablar más de eso!... ¡Si me habla, no respondo de que me aguanten las ánclas!... ¡Conqué así... aquí me fondeo!

El calabrés, que seguía impasible el desarrollo del discurso, volvió á darle otro empujoncito á su gracioso sombrerito, escupió, se pasó por la boca la palma de la mano y sacando de su garganta privilegiada las más agudas y más dulces notas del registro, replic6 con vivacidad:

— ¡Por San Genaro. Sr. Cachalote!... Yo soy hombre de negocios y nada más. ¿A ustéd no le conviene lo que propongo? .. ¡Bueno!.... ¡Esperarémos!.... ¡Lo que no sirve á las ocho, suele servir á las once!

Y envolviéndose bien en su chál de cuadritos, salió con un paso menudo y apresurado, que tenia algo del andar de la láucha.