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CRÓQUIS FUEGUINOS.

luego que la carneamos!.... Se puso tristísimo: yo lo conocí porque le he criado desde los dós meses, y en los ojitos no más sé si esta contento.... La cabra acostumbraba dejarlo dormir recostado en ella y ni se movía: eso lo salvó quizá de los fríos.... Pués, amigo, de noche no dormía. á pesar de que se acostaba conmigo.... Se pasaba quietito, mirando en la obscuridad; yo lo sentía.

— ¿Y ustéd dónde lo conoció á Agujetas?... ¿Era marino, acaso?...

— ¡No, señor!... Yo era oficial cartonero. A Agujetas le conocí —¡vea Vd.!— en la cárcel de Barcelona, estando preso él por no sé qué cosas de dinamita y yo... por asuntos de hombres... unos navajazos dados á un belitre que me metió en un fandango y se me quedó con mi parte.

— ¡Ah! ¡Ah!... ¿Fandango? —dijo Smith pausadamente... ¡Conozco!

Don Pepito, que ensayaba pinitos yendo de Oscar á La Avutarda, con escala en Matias, dió un traspiés derrepente y rodó sobre cubierta, levantándose como si tál cosa y volcando sobre nosotros una de sus miradas alegres, al oir que La Nodriza le decía con una voz extrañamente cariñosa que no se le hubiera sospechado á juzgarle por su exterior adusto:

— Párese, Dón Pepito... y sea hombre: no llore que no es nada.

Y á la noche, cuando acostado en mi cuchitril de la camareta, veía á mi lado á dón Pepito que dormía á pierna suelta con la cabecita sonriente sobre su bracito rosado, pensaba en el hombre intrépido que tallaría en él la vida dura y movediza á que el destino le condenara injustamente; pareciome vér una de esas guijas que de caleta en caleta y de playa en monte, arrastran caprichosas las aguas y los vientos.