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de áspero y pesado, cuando derrepente exclamó Catalena deteniéndose:
—Mire que són brutos estos lavadores... aquí debe haber mucho oro.
—Talvéz haya más donde trabajan.—observó Smith.
—¡Talvéz... ! Pero aquí debe haber mucho, aunque el agua esté dificil para traer... ¿Qué te parece, Calamar, esto será playa ó fondo de alguna nevera vieja, algún río de piedra?
—Para mi es playa: aunque ha de hacer muchos años que yá no la moja el mar... ¿Qué te parece; Avutarda?
Y el aludido, que en ese momento tendía su vista y examinaba los cerros circunvecinos, dijo:
— Para mí es nevera vieja. El guijarrál comienza angosto y se vá ensanchando.... si fuera playa, seria al revés... sin embargo, ha de haber oro.... de cuando en cuando se vé Arenilla negra.
Y Matías, que á cada rato levantaba guijarros y cantos rodados, les examinaba y volvía á tirarlos, dijo:
—¿Vé?,.. Aquí hay una guija que tiene rastros: eso que tiene ahí, en esa grietadura, es sirca...!
Smith iba pensativo y de véz en cuando lo veía yo que hacia su mueca característica. Derrepente dijo con vóz sorda:
—Yo creo que aquí no hay nada... ¡en fin!. .. En esto, sin hacer cateos, no se puede hablar... ¡Miren!... Vayan con cuidado;... el vasco Iturbe es buen hombre, pero el otro, el ruso Rana Blanca... ; ¡hum ... yo no lo conozco bien!
Llegamos á la cumbre de la loma que limitaba el pedregal y tendimos la vista sobre un vasto cañadón que se abría al frente.
En la ladera se alzaba el campamento: una decena de carpas improvisadas, hechas con quillangos viejos y retazos