y moviéndose!... Dicen que hombre que agarra en el agua, cási no se escapa sin herida.
Nosotros teníamos de cocinero un negrito orientál muy borracho y una noche que estábamos fondeados, se cayó al agua y se ahogó: si vieran cómo estaba á las dós ó trés horas, cuando lo sacamos: las pirañas le habían descarnado, como con cuchillo, las manos, los piés, la cara y yá le estaban abriendo la caja del cuerpo. L os hombres prácticos de por alli, me dijeron que cuando las pirañas veían sangre en el agua se ponían como rabiosas y llegaban á matarse unas con otras.
Enfrentábamos á una punta que se alzaba á pico sobre el mar, como á cuarenta métros y en cuyas caras bruñidas por el oleaje, no se veía en toda su superficie ni siquiera un reborde y ménos un musgo ó una alga y Smith dijo señalándola:
—Esta es la Isla Augusta .... Queda justamente entre Lennox y la Isla Nueva, donde ahora están lavando mucho oro, según me han dicho. De aquí, bajando en línea recta, y dejando un poco á la derecha los peñones de Evont, está la roquería adonde vamos y que yo le llamo del «Fantasma», porqué hay una rompiente que, vista de léjos, parece una mujer que se levantara en una nube,.. Mira, Avutarda, fíjate bien: aquí, si no hay mucho sudoeste, la mar permite buenos largos y puedes hacer un crucero en caso que no quieras entrar á dormir en Bahía Carolina, en el súr de Lennox... Las señales se vén como si uno las hiciera allí, á média cuadra.
—No;—replicó el aludido—yo me meto á Carolina ó ahí al costado de la Isla Luff, en una caletita fácil que conozco... ¿Para qué mas?
Pasábamos cerca de un peñasco cási aislado, que el mar batía levantando montones de espuma y cómo comenzára-