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colocan al ser ó los seres que van á desaparecer, enterrando los cuerpos hasta el cuello. Luego les acompañan basta que empieza la pleamar y cuando ya las ólas barren la playa se retiran poco á poco cantando y recordando las buenas obras de aquellos que amaron.

— ¡Pués amigo Smith, — dije yo,— bien hizo Vd. seguramente en no esperar la vejéz: en playa tán inhospitalaria para los años!

— Mire quién, para caer en esas,-repuso el portuguéz.

Y como habíamos llegado á Puerto Hope y el viento huracanado comenzara á soplar en el canál levantando un oleaje que nosotros felizmente veíamos de lejos, echamos el áncla, dispuestos á esperar horas mejores en aquel refugio seguro, que Smith habia saludado con tanto calor al apercibirlo en lontananza.

Dos albatros gigantescos pasaron en ese instante por sobre nuestras cabezas con rumbo al Súr y La Avutarda, que me los mostró en momentos en que describían una gran curva sobre las ólas encrespadas que venían á morir á la entrada del canál, me dijo:

— ¡Ahí tienes, los chasques del viento!... ¡Ván avisando á los marinos que el contramaestre de cuarto debe echar su vistazo al velámen, si conoce su deber!... ¡Para el hombre de mar, el albatros es pájaro sagrado y no permitirá nunca que delante suyo se le haga un tiro ó se le ofenda de hecho!... ¡Fijate qué lindos son y cómo siguen el compas de las ólas, balanceándose!