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XI.

Silforama

Las bordadas nos llevaban yá á la derecha del canál, yá á la izquierda, pero nos permitían aprovechar el fresco vientito reinante, que, según declaración de Smith, era el peor que podríamos tener cuando saliéramos á Brecknock, cuyo nombre no mentaba sin visible temor y sin hacer la mueca peculiar que acompañaba á cualquiera preocupación de su ánimo, aquella especie de sonrisa forzada que le llevaba hasta la nuca las extremidades de la boca.

Doblamos el cabo Turn y contemplamos Las Pirámides —trés cerros gemelos que se reflejan sobre el mar y parecen ser los guardianes del canál Cockburn el cuál abre su ancha boca casi sobre el océano que truena á lo léjos, batiendo desesperado aquella costa americana como triturada por el martilleo incesante de las ólas.

Aún llevaba en la retina la imágen de los montes que acabábamos de contemplar y que retratan en las aguas límpidas del canál sus siluetas coloreadas, tiñéndolas con su lúz maravillosa, cuando Oscar dijo —señalándome una isla que se alzaba ante nosotros como cerrándonos el paso y que mostraba sobre su superficie rugosa, yá paredes á