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CRÓQUIS FUEGUINOS

proveedora de carne fresca, pués estando á tanta altura no pueden pescar ni obtener mariscos. A su cárcel, cuando más, les llega la espuma del mar que al romperse contra el peñón, en las horas de tormenta, suele salpicarles...! La construcción costó muchos miles, según dicen. ¡Figúrense lo que habrá sido el transporte de los materiales, cuando todavía no estaba armado el guinche!

— ¡Amigo...! ¿Sabe que la vida allí ha de ser peor que morirse?

— ¡Demonio...! ¿No le he dicho que los hombres de los faros se suelen enloquecer de aburridos...? ¡A estos los cuidan mucho pero así mismo...!

— Ya lo creo, —dijo Smith.— A mí me contó una véz un torrero del faro que hay á la entrada del Golfo de Skager-Rack, en las costas de Noruega, que allí se habian suidado, tirándose al mar, cuatro de los cinco torreros que le habían precedido en el empleo.

El sól brilló en ese momento y el océano embravecido lució ante mis ojos su manto inimitable, dejándome encantado con su visión fantástica.

Los rayos, oblicuos, alumbraban por detrás las montañas de agua, que se precipitaban hácia la costa y yá se las veía azules como turquesas, verdes como esmeraldas ó multicolores, pero siempre festoneadas de espuma que parecía formada de topacios y que se destacaba más brillante cuando alguna nube pasaba sobre el sól, obscureciéndole momentáneamente, pués entónces las ólas eran como de azabache y más allá jaspeadas ó cobrizas.

Y los arco-iris, cómo desplegaban sus galas profusamente!

Donde quiera que una óla saltaba hecha pedazos, donde quiera que una rompiente arremolinaha el oleaje movedizo, el ojo descubría la brillante corona, reflejándose yá sobre un peñón obscuro ó yá titilando sobre las ondas bravías.