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EN LA BRECHA.

Sus narraciones, no por ser sencillas y naturales, son bellas. Hay una gran distancia entre el lenguaje simple de la vida ordinaria, y el estilo bajo, lleno de imágenes vulgares y torpes.

Edmundo de Amicis, el galano escritor, saludado con alborozo por el moderno mundo del arte, es, sin embargo, el hombre de lenguaje más sencillo y más fácil. Profesa la teoría manzoniana, que nada de lo escrito es bueno, si al leerlo, no nos parece una conversación.

¡Y qué diferencia entre su lenguaje y el de M. Emilio Zola! Cuando de Amicis habla, ó hace hablar á los demás, emplea unas palabras tan gráficas, tan naturales, tan poco forzadas, que uno las va presintiendo, por decirlo así, y no se sorprende de haber bajado hasta las más impalpables gradaciones de un pensamiento familiar ó de haber subido por la escala de pensamientos tan simples, hasta el elevado pináculo de una emoción conmovedora.

El alma de De Amicis se vé toda á través de sus escritos, y uno se siente orgulloso de que en el mundo haya almas como esa, tan puras, tan sencillas y al mismo tiempo, tan elevadas. ¿Pero puede algún hombre de los que guarden dentro de sí altas aspiraciones, enorgullecerse de que haya almas como la de Zola, incapaces de comprender el anhelo por lo bueno, lo grande, lo noble?

¿Puede aspirar con justicia al nombre de artista, quien no siente condensarse en su espiritu el cúmulo de vagas aspiraciones que son otras tantas armonías para los seres en medio de los cuales vive?