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EMILIO ZOLA.

La calidad de artista implica un alma sensible en extremo, capaz de impresionarse en un grado más alto que el vulgo, por los detalles que á éste son simpáticos ó desagradables. Vive un artista en la sociedad que lo ha engendrado, y su delicadeza de sentimientos, su susceptibilidad extraordinaria, lo lleva hasta encontrar antipáticos ciertos colores, ciertos pensamientos, hasta ciertas palabras, que disgustan á la mayoría de las gentes que forman el medio en que respira.

Es esta maravillosa cualidad lo que le hace amable. Su espíritu vibra al unísono, pero con un timbre más rico, en el mismo sentido que el espíritu popular. Llega á ser la representación de los deseos, que en el pueblo son vagos resplandores, ó débiles murmullos. Él recoge estas voces yesos celajes, los agrupa, los armoniza, les da cuerpo, los anima con un poco de su vida exhuberante, y la obra de arte nace, y nace como un producto de las vagas aspiraciones de todos los hombres, sus hermanos.

¿Y quién, entre los hijos de este siglo, osará decir que Mr. Emilio Zola, con su literatura de orgía romana, con su lenguaje torpe y licencioso, es la representación de su época?

¡Cómo! ¿la Francia industrial, la Francia política, la Francia literaria, la Francia científica, piensa como Mr. Zola? ¿Y ese lenguaje es el suyo?....

Si, pues, el autor de Nana, no es ni poeta, ni artista. ¿qué es? ¿Cuáles son sus derechos á ser oído? ¿Es quizá un filósofo? Veamos.

Todos los sueños que la humanidad ha acariciado durante siglos, todos los absurdos sistemas de incom-