Yendo las cosas á merced de Juno,
Al fin el mal consejo halló camino;
Tál que, habiendo á los Dioses uno á uno
Y á los vientos alígeros Latino
Conjurado con votos importuno,
«En ondas,» dice, «adversas el Destino
Nos arrastra. Vosotros, homicidas,
La impiedad pagareis con vuestras vidas.
»A ti está reservado acerbo filo;
Tarde á los Dioses volverás tu ruego,
¡Oh Turno desdichado! Yo al asilo
Que abre la tumba á mi esperanza, llego;
Sólo me privas de morir tranquilo!»
Habló Latino, y encerróse luégo,
Y á tristes pensamientos entregado,
Las riendas abandona del Estado.
Fué en el Lacio costumbre;—los albanos
Pueblos la honraron luégo; y la gran Roma,
Hoy si á los Getas lleva ó los Hircanos
Luto, ó sobre los Arabes asoma,
Ó á Oriente ó á los Indos va lejanos,
Ó enseñas propias á los Partos toma,
Roma, abriendo á sus triunfos la carrera,
En la misma costumbre persevera:—