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ENEIDA.


CL.

Dichoso en lides, rico en gloria, Ufente,
A tí á la guerra Nersa montuosa
Tambien te diputó. La esquiva gente
De los Ecuos te sigue, que escabrosa
Tierra ocupa, y de asaltos impaciente
En la caza de monte no reposa:
Siempre á nuevos despojos se aperciben,
Armados andan y de presas viven.

CLI.

Tambien, marruvio sacerdote, vino
Umbron á combatir; movióle á tanto
El rey Arquipo: sobre yelmo fino
Tiende sus hojas el olivo santo.
El los monstruos del reino serpentino
Con el tacto domaba y con el canto;
Iras durmiendo de dragon furente
Manso paraba el ponzoñoso diente.

CLII.

¡Mísero sabio! no será que vede
El paso á la troyana arma homicida
Tu canto soporífero; ni puede
Hierba sanar la inevitable herida
Si en Marsos montes se buscase adrede.
El bosque te lloró que Anguicia cuida,
Y las diáfanas olas de Fucino;
Vivos lagos lloraron tu destino.