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ENEIDA.


XXXIX.

«No visitó su lóbrego recinto
El sol: siempre de víctimas recientes
Estaba el suelo con la sangre tinto;
Y en las puertas terríficas pendientes
Gustaba ver su criminal instinto
Torvas cabezas. De su boca ardientes
Humos lanzaba, de Vulcano prole
El monstruo, al menear su inmensa mole.

XL.

«Trayéndonos, al fin, un sér divino,
El tiempo coronó nuestro deseo:
Máximo vengador, despues que al trino
Geríon humilló, con el trofeo
Riquísimo ufanado, Alcídes vino
Rigiendo en victorioso pastoreo
Ganado hermoso, y vímosle guialle
A par de este almo rio, en este valle.

XLI.

«Cuatro toros proceros, porque nada
Sin ensayar dejase en fraude ó crimen,
Y cuatro vacas hurta á la majada
Caco sagaz, y de su cueva al limen
Tíralos por la cola: revesada
La senda, huellas sin concierto imprimen;
Así, quienquiera que á buscarlos pruebe,
Rastro no habrá que á término le lleve.