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VIRGILIO.


LXVI.

»Yo del país que vió rodar mi cuna
Fugitivo, á marítimos azares
Lancéme: omnipotente la fortuna
Y el hado incontrastable aquí mis lares
Plantaron de raíz. Con oportuna
Inspiracion Apolo en altos mares,
Y mi madre Carmenta con tremenda
Profética leccion, me abrieron senda.»

LXVII.

Dice; y andando, al rey de los Troyanos
Señala el ara y puerta que, en memoria
De aquella Ninfa que explicando arcanos
El arte ejercitó divinatoria,
Carmental apellidan los Romanos:
Ella de los Enéadas la gloria
Profetizó sobre el país latino,
Y el futuro esplendor del Palatino.

LXVIII.

Y el bosque ingente enséñale que un dia
Tornó en asilo Rómulo guerrero;
Y el Lupercal bajo la roca fría,
Así nombrado como Pan lobero
Por costumbre que entre Árcades regía;
De Argos, su huésped, cuenta el caso fiero,
Y de Argileto el sacro umbroso abrigo
Muestra, y toma el paraje por testigo,