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VIRGILIO.


LXXVIII.

En medio del letargo, de repente
Recibe el Dios la conocida llama,
Y el calor que le llaga dulcemente
Rápido por sus huesos se derrama:
Así cuando en relámpago fulgente
La ennegrecida atmósfera se inflama,
Con lumbre devorante cruza inquieta
El seno de las nubes ígnea grieta.

LXXIX.

Cuánto el poder de su hermosura obliga
Conoció Vénus en el buen suceso
De la añagaza. Respondióle, en liga
De inacabable amor Vulcano preso:
«De argüir con recuerdos, la fatiga
Excusa; ¿en mí no fias? Si ántes eso
Que hoy piensas, me dijeses, los Troyanos
Armas, Diosa, llevaran de mis manos.

LXXX.

»Ni Jove omnipotente ni el Destino
A Troya ni á su Rey negado habria
Vivir diez años más. Y pues te vino
En gustos hoy guerrear, y hay tal porfia,
Cuanto con hierro ó con electro fino
Labrar es dado, cuanto el arte mia
Consigue laboriosa, cuanto puedo,
En suma, concederte, lo concedo.