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VIRGILIO.


LXXXIV.

Esta á la eolia Lípara se arrima
Y á la sícula costa, isla ardua: humea
De riscos erizada: en honda sima
Truena la ancha caverna ciclopea,
Etna nuevo que el negro oficio lima:
Golpe duro los yunques martillea;
El candente metal no da sosiego,
Zumba el aire, en la fragua aceza el fuego.

LXXXV.

Bronte, Esteropo y Piracmon desnudo,
Ciclopes esforzados, á porfía
En la vasta oficina un rayo agudo,
De aquellos que en ardiente lluvia envía
 Jove del alto Olimpo al orbe mudo,
Fabricaban. El rayo aparecia,
Al arribo del Padre ignipotente,
Pulido en parte, en parte deficiente.

LXXXVI.

Tres dardos de granizo en la obra bella,
Tres de agua etérea, tres de alado viento,
Tres de fuego que fúlgido destella,
Mezclado habian; y en aquel momento
Tonante voz, terrífica centella
Añadian, y sordo aturdimiento
E incendio vengador. En otra parte
Ruedas labran prestísimas á Marte: