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VIRGILIO.


CXXXII.

Entre matas la hueste avanza artera,
Y ya de aquella deseada altura,
Ya casi entre las sombras se apodera,
Dádiva todo de la noche oscura:
Les luce de oro á par la cabellera,
De oro abunda la gaya vestidura.
Y el blanco cuello, que á la leche iguala.
Ciñe, de oro tambien, maciza gala;

CXXXIII.

Y llevando ante sí largos escudos,
Blande cada uno doble dardo alpino..
El de Salios danzantes, y desnudos
Lupercos, á este grupo está vecino:
Señálanse los ápices lanudos
Y el ancil sacro que del cielo vino;
Y matronas, que insignias venerandas.
Honestas llevan en carrozas blandas.

CXXXIV.

El mundo de las penas, la alta boca
Del Tártaro tambien la arte divina
Grabó léjos de allí. Tú de una roca
Que amenazando está siempre ruina,
Apareces pendiente, y la ira loca
Temblando de las Furias, Catilina.
Más allá de los justos las mansiones,
A quien dicta Caton sábias lecciones.