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ENEIDA.


CXLI.

Ella mirar no ha osado todavía
Los dos zagueros áspides. En tanto
Arde Mavorte en medio á la porfía,
Tallado en hierro; y esparciendo espanto
Bajan tras él por la region vacía
Las Furias: corre con rasgado manto
Hiendo la Discordia; y hiere al viento
Belona en pos con látigo sangriento.

CXLII.

Apolo Accio, que dudoso mira
El trance, desde lo alto el arco tiende;
A Indo y á Egipcio horror mortal inspira:
El Árabe, el Sabeo fuga emprende;
Todos vuelven espaldas á su ira.
Ni á más la Reina espavorida atiende:
Ya, ya jarcias afloja, da la vela,
Vientos convida, por el golfo vuela.

CXLIII.

Grabó á la triste el Dios ignipotente
Con el Yápiga huyendo, á quien invoca
Entre el estrago, pálida la frente
Al soplo de la muerte que la toca;
Y puso al caudaloso Nilo enfrente,
Que abriendo en su dolor séptupla boca,
A su seno cerúleo y honda cama
Con suelta ropa á los vencidos llama.