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VIRGILIO.


XLVIII.

En pié están, en mitad del campamento,
Apoyado cada uno en luenga lanza,
Puesto al brazo el escudo. En tal momento
Llegaron, y agitados de esperanza,
Los dos piden audiencia: un pensamiento
Anuncian, que con creces la tardanza
Resarcirá que causen. Acogida
Les da Ascanio, y á Niso á hablar convida.

XLIX.

El cual les dice: «Sin injusto ceño,
Nobles jefes, oid nuestras razones;
Ni por la edad juzgueis de nuestro empeño.
Yacen los enemigos escuadrones
Entorpecidos del licor y el sueño:
Campo á nuestras astutas intenciones
Propicio allí se ofrece, do la puerta
Que mira al mar, dos sendas abre incierta.

L.

«Negro vapor al cielo enviando, humea
Á largos trechos moribundo fuego,
Si permitiereis que ensayado sea
Por nuestras manos de fortuna el juego,
Y á la ciudad vayamos Palantea
A buscar nuestro jefe, luégo, luégo
Terrible con la sangre y los despojos
Le gozarán presente vuestros ojos.