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ENEIDA.


XCIX.

Y al muro, ála falange delantera
Frenética ella corre, ella no cuida
Que entre armas y varones acelera
El paso, ni el peligro la intimida;
Y de quejas despues hinche la esfera:
«¡Que así te miro, ay hijo de mi vida!
Tú, arrimo á mi vejez mísera y triste,
¡Cruel! ¿dejarme en soledad pudiste?

C.

»Pues riesgos ibas á correr tan graves,
¿Cómo no me avisaste la ardua empresa,
Ni oí palabras de tu amor suaves?
¡No que hora en tierra ignota yaces, presa
A los latinos perros y á las aves!
Ni honrar me es dado, Euríalo, tu huesa;
Que recoger no pude tus despojos,
Tus heridas lavar, cerrar tus ojos.

CI.

Ni la ropa vestirte que de dia
Yo y de noche labraba, mis pesares
Consolando en la edad caduca mia.
¡Ay! ¿á dónde seguirte? ¿en qué lugares
Tu destrozado cuerpo quedaría?
¿Y para esto por tierras y por mares
Anduve acompañándote? ¿y es esta
Vision cruel cuanto de tí me resta?