Página:Eneida - Tomo II (1905).pdf/217

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
731]
159
ENEIDA.


CLIII.

Entran, pues. Mas de súbito á sus ojos
Brilla extraña vision: altos se mecen
Sobre yelmo gentil crestones rojos;
Crujen hórridas armas que estremecen,
Y luz fiero broquel vibra á manojos...
Al punto aquel semblante que aborrecen,
Y aquel brazo feroz que temen tanto,
Los Teucros reconocen con espanto.

CLIV.

Pándaro, en el furor á que la muerte
De su mísero hermano le arrebata,
Alzase entónces corpulento y fuerte,
Y «El palacio dotal no ves de Amata,»
Exclama, «ni Ardea es ésta que á tenerte
Abre el recinto de sus muros, grata
A un hijo vencedor. ¡Turno! has entrado
En campo hostil, y ya salir no es dado!»

CLV.

Y Turno, con sonrisa de bonanza:
«Mide, pues, esa diestra con la mia,
Y á Príamo dirás que en mi pujanza
Otro Aquíles topó tu cortesía!»
Con nudos y corteza áspera lanza
Pándaro desembraza; la desvía
Juno en su vuelo: á herir el hierro acierta
Los aires sólo, y se clavó en la puerta.