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VIRGILIO.


CLXII.

Oyen los jefes que el peligro llama:
Mnesteo y el intrépido Seresto
Allá acuden, y al ver que se derrama
Medrosa turba ante invasor enhiesto
Que aterra la ciudad, Mnesteo exclama:
«¿A dó huis, insensatos? Más repuesto
¿Qué otro sitio hallareis ni más seguro?
¿Ó qué muro buscais allende el muro?

CLXIII.

«¿Un hombre triunfará de mil Troyanos
Áun en medio de vallas y de aceros?
¿Y él solo entre vosotros, ciudadanos,
Correrá haciendo impune estragos fieros?
¿Y para el Orco segarán sus manos
La flor de nuestros jóvenes guerreros?
¡Qué! ¿Dioses, Patria, Rey nadaos merecen,
Ni os inspiran piedad ni os enrojecen?»

CLXIV.

Encorajados con palabras tales
Rehácense, y en densa infantería
Avanzan ya. Con armas desiguales
Pausadamente del combate cia
Turno, y hácia la parte en que fluviales
Ondas besan el muro, se desvía,
Miéntras con nuevo ardor y altos clamores
Auméntanse sobre él los ofensores.