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VIRGILIO.


XXI.

Habló entónces el Padre omnipotente,
El que todo lo rige y lo compasa
Con cetro universal. Profundamente
Enmudece á su voz el alta casa
De los Dioses; el éter eminente
Calla; tiembla la tierra en su ancha basa;
Encogidos los Zéfiros no alientan;
Los mares su encrespada pompa asientan.

XXII.

»Atentos escuchadme, y lo que os diga
Tened presente. Pues traer no es dado
Teucros y Ausonios á amistosa liga,
Ni tregua admite vuestro encono airado;
Ya bogue el uno en esperanza amiga,
Ya fie el otro en su presente estado,
O Rútulo adalid ó Teucro sea,
No ha de ser, no, que yo parcial los vea.

XXIII.

»Ora arribado hubiere á extraño suelo
Por suerte adversa al Italo, ó por vano
Error de patria y seductor señuelo,
A resistir embates el Troyano,
Ni á él redimo ni al otro. Ó gloria ó duelo
Lábrele á cada cual su propia mano:
El cetro universal yo á nadie inclino;
Por sí los hados se abrirán camino.»